jueves, mayo 10, 2007

ESCRITO A CIEGAS

Siempre hay algo que puede decirse de Martín Adán, aún así ya todos sepamos de él. Por ello, no puedo dejar de festejar mi reencuentro con este poeta en la madrugada de hoy. Acababa de llegar de Superba, donde sequé una cajita de chelas con unos patas. Y a eso de las dos de la madrugada, como que tuve unas ansias por releer poesía, de la buena, de la que perdura.

Al costado de la pantalla de la PC tenía una bella edición de Escrito a ciegas, el bellísimo poema del autor de la inacabable La casa de cartón. Este viaje hacia el vacío, en las ahora frías madrugadas limeñas, me reconfortaron. Aquel ejemplar, que me estaba reclamando desde hace varios días, fue cogido por mis temblantes manos, y una vez echado en mi cama, con el Pall Mall de rigor, me sumergí en esta relectura que me llevó a refrendar mi admiración por este poeta que le sacó la lengua, en vida, a la fatuidad que suele ser el maquillaje del reconocimiento, y que sin asco, a través de una conducta consecuente, le hizo cachita a la pose, al compadrazgo insultante (hasta para hacerlo se necesita cierta inteligencia), a la leyenda barata y demás manifestación etílica de barcito alfombrado con aserrín. Yo siempre he creído que Martín Adán adoleció de aquella enfermedad emocional que solo tienen los poetas, corrijo, los verdaderos poetas: el pánico escénico.

Fácil que muchos de los versos de Escrito a ciegas me acompañaran en los próximos días, en los que me consagraré a la vida monacal. Este largo poema está escrito bajo el espíritu de anhelar asir el Absoluto existencial, siendo el fracaso de este propósito lo que conmociona en cada verso, como si la peor de las batallas para Adán hubiera sido la librada consigo mismo, poema indefectiblemente hermanado con Travesía de extramares y La mano desasida.

¿Pero qué es lo que hace especial esta edición pulcrísima de LIBRERÍA ANTICUARIA SUR?, pues bien, esta nueva edición rescata no solo el maravilloso poema, sino que documenta bien la historia de su concepción, en claro testimonio que cuando el azar, la noche y la locura se juntan en una incontrolable orgía, pueden ser capaces de entregarnos poemas tan contundentes como el Escrito a ciegas.

Es necesario destacar el diáfano texto de Hildebrando Pérez Grande. En Escrito a ciegas: un resplandor perpetuo, HPG nos hace una sugerente invitación: no dejar de leer a Adán ya que él como nadie exploró los límites de la condición humana, siendo su discurso un testimonio ardiente que ha sobrevivido al desamor o al olvido.

Detrás de todo auténtico poema siempre hay un motivo, una fuerza que impele al vate arrojarse en la búsqueda de las palabras que se acerquen al reflejo de su inquietud interna, pues para Martín Adán esta fuerza se vio reflejada en la joven estudiante argentina Celia Paschero, quien vino a Lima en 1961 para recoger datos para su tesis doctoral, siendo una carta de esta el motivo que llevó al poeta escribir el poema que es la razón de este post.

Publicaciones como esta nos llevan a una verdadera reconciliación con la vida, al menos para mí es así. No sé cuántas veces habré leído este poema en la que es indudablemente mi madrugada más corta en mucho tiempo.

Para cuando ya eran las ocho de la mañana, quise escuchar algo de música, pero desestimé esta idea ya que publicación de LAS ofrece también un peculiar CD que nos trae al mismo Martín Adán leyendo su Escrito a ciegas. Coloqué el CD, y me cuesta mucho más cerrar los ojos.


Nota: En el blog La soledad de la página en blanco que administra el respetado crítico Camilo Fernández Cozman pueden encontrar un iluminador post sobre Escrito a ciegas. Pulsen aquí.

1 Comentarios:

Blogger Oscar Pita Grandi dijo...

Hace poco puse ese disco en el equipo del carro, y mientras pensaba en ir al trabajo, cosa cotidiana a esa hora de la tarde, en un momento indeterminado resulté en la ruta hacia la playa... cuando reparé en ello, no hice más que estacionarme, terminar una gaseosa que tenía a mano, y acabar de oír la cadenciosa voz de M.A.

Sí, es uno de los mayores aciertos editoriales de 2007.
Saludos.

9:10 a.m.  

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