miércoles, enero 23, 2008

J. G. Ballard


Hace algunos años comentó durante una entrevista que usted mismo consideraba a Crash como un libro corruptor.
Hace diez años que no lo leo. Esa entrevista debe haberse llevado a cabo en el 73 o 74, cuando Crash y La exhibición de las atrocidades ocupaban mi mente. Desde entonces me he trasladado a prados más serenos. Es interesante entrar durante un momento por la máquina del tiempo. Eran días violentos, es cierto, esas épocas donde los sesenta era un ayer muy vívido y no una época desapercibida. Como le comenté anoche a mi novia, qué aburridas parecen por comparación las preocupaciones presentes. ¿Crash un libro corruptor? Creo que me tomo la palabra en mi yo más joven.
......
Hablando de estimulación, ¿alguna de las drogas psicoactivas de los sesentas le proporcionó alguna clave para su escritura?
Supongo que soy un bebedor entre mediano y pesado, pero no he ingerido ningún tipo de drogas desde un aterrador trip con LSD en 1967. Un error pesadillesco. Eso abrió para mí un ingreso al infierno que luego demoró años en cerrarse, y que me hizo dudar hasta de las aspirinas. Visualmente fue como mi novela de 1965, El mundo de cristal, novela que alguna gente cree que fue inspirada por mi trip con LSD. Eso me convenció de que una imaginación suficientemente poderosa y obsesiva puede llegar sin ayuda a las capas más profundas de la mente. (Supongo que más allá del LSD no hay nada.) La imaginación es la ruta más corta entre dos puntos concebibles, y es más que cualquier reacomodación física de las funciones cerebrales.
(De: "Confesiones de Escritores. Narradores 2." Los reportajes de The Paris Review. Entrevista de Thomas Frick, 1984. El Ateneo, 1996.)

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal