domingo, febrero 03, 2008

Enrique Vila-Matas


Desde aquel día, Van Morrison es mi cantante favorito. Fue un día supongo importante para mí, pues descubrí que debía perder ciertos complejos y no considerar la música de rock ajena a lo que yo podía escribir. Fue también el día en que me di cuenta de que no debía dejarme intimidar por algunos escritores españoles de mi generación que decían estar sólo interesados en la música clásica y que, por ejemplo, se habían compadecido de mí el día en que se me ocurrió citarles a los Rolling Stones. Fue el día en que me di cuenta de que no sólo debía dejarme influir por la mirada compasiva de aquellos pedantes de mi país tan atrasado, escritores altivos y anclados en una literatura cartón piedra. Fue el día en que descubrí que a la hora de escribir no debía descartar nada pues, como decía Walter Benjamin, el cronista que narra acontecimientos sin distinguir entre pequeños y grandes se guía, al hacerlo, por esta verdad: de todo lo ocurrido nada debe ser considerado perdido para la historia. Fue el día en que descubrí que había en el extranjero escritores y cineastas de una generación anterior a la mía -como Wenders y Handke- que dialogaban sin complejos sobre el rock and roll, sobre la felicidad extraña que puede dar de golpe una canción de Van Morrison. Seguí viviendo en la desesperación, pero con momentos de felicidad extraña que de vez en cuando me llegaba -me sigue llegando- del rock and roll.

(De: "París no se acaba nunca". Anagrama, Narrativas hispánicas. Quinta edición, abril 2004)

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Inquisiciones. Revisitando una bronca

Por Abelardo Oquendo.

En un artículo publicado en Babelia, suplemento de El País (Madrid, 19-01-08) Iván Thays se ocupa, entre lo que llama las "broncas literarias" en el Perú, de una en la cual distingue un par de aspectos: 1, el enfrentamiento de dos grupos (andinos vs. criollos o excluidos vs. hegemónicos) y 2, el concepto de literatura nacional y su representación ‘auténtica’.

Los interesados en estos asuntos recordarán la discusión de hace un par de años a cerca de lo que alguien denominó bien "mafias, sectas y otras fantasías literarias". Sin dejar de aludir a la necedad que prevaleció en esa bronca, Thays reconoce que no careció de interés, pues partió de "la necesidad, absolutamente justificable, de ser reconocido por el otro". Y se pregunta si nuestros escritores se reconocen debidamente los unos a los otros, dado que "no es fácil para el mundo literario peruano, eminentemente limeño, reconocer lo que sucede en ciertas partes del país (no necesariamente andinas, por cierto)."

Pero el tema que le resultó más atractivo de esa pelea fue –dice Thays– el relativo a la representación de nuestra literatura. Aquí los autodenominados excluidos sostuvieron que la verdadera literatura nacional es la escrita por ellos, no por los criollos, promocionados por editores transnacionales. A Thays la idea de literatura nacional le parece discutible, y vaya si lo es. ¿Cómo admitirla, sobre todo en un país como el nuestro, multicultural, multinacional, multilingüe? "La ambición por apoderarse de la totalidad de la representación literaria del país (…) es anacrónica", afirma; y también: "querer representar al país y convertirse en la única voz autorizada es de un absolutismo insufrible y manifiesta un deseo dictatorial solo justificable por las nociones políticas maoístas con que se educaron algunos de esos escritores."

Es una lástima que Thays lance una acusación tan grave sobre esos escritores. (¿O maoísta no significa ya nada?) Y es una lástima que, al personalizarla, desperdicie una cuestión tan merecedora de serio debate como la de literatura nacional y literatura mundial. Peor aun cuando se invoca –como él lo hace– el concepto de pluralidad por encima del de simple tolerancia. "En vez de pelearnos por estar falsamente unidos en torno a una obligación, hagámoslo por defender la diferencia de los demás", exhorta Thays. Pero no da el ejemplo. Si uno practica el pluralismo debe asumir a los otros en el espejo mutuo –para decirlo con una expresión de Julio Ortega–, sin importarle que ellos no lo hagan.

GABRIEL, ESPERAMOS TUS OPINIONES.

3:23 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

me gusta lo que haces en tu blog porque no te metes a utilizar términos literarios que desconoces ni a pontifricar sobre temas que no dominas, menos en polémicas muy espinosas como las que hay ahora. Tú con tus gustos y tus lecturas personales, bien.

1:50 p.m.  

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