viernes, febrero 01, 2008

Recomendado: "Adiós, Hemingway" - Leonardo Padura

El gran motor de la escritura de “París no se acaba nunca”, la buena novela de Enrique Vila-Matas, fue que el barcelonés quiso emular los años de juventud vividos por Ernest Hemingway en París. Como saben bien los que han leído la novela: la estancia de VM en París fue clave para la escritura de esa pequeña joya que es “La asesina ilustrada”, la cual tuvo como punto de partida los consejos en cuartilla que le hizo llegar la siempre “especial” Margarite Duras.

Pues bien, desde hace años que no leía una novela que tuviera al autor de “Por quién doblan las campanas” y “Fiesta” como tópico. A diferencia de la novela de VM, en “Adiós, Hemingway”, del cubano Leonardo Padura, se aborda la persona del narrador norteamericano no de refilón ni como una presencia en ausencia, sino tal cual: borracho, mujeriego, talentoso, aventurero, cínico, amoral, mentiroso, envidioso, mala leche, leal, etc.

“Adiós, Hemingway” recrea los últimos años del legendario fabulador en La Habana, a tres años de su suicidio acaecido en 1961. Una novela policial que recoge mucho de la novela-enigma condimentada con un poquito de hard boiled. En ella se nos cuentan hechos que vendrían a ser toda una delicia, dignas de lo mejor del backstage chismográfico que persigue a los grandes escritores: del cómo, por ejemplo, asado el Papa (así se le llama a Hemingway en la novela) en una pelea de gallos, este se da cuenta de que el gallo contrincante masacraba a su gallo haciendo trampa ya que tenía las plumas embadurnadas de grasa, entonces el Papa detiene la pelea, coge al gallo tramposo y le arranca la cabeza en un solo movimiento. O del encuentro, otro ejemplo, con Ava Gardner en la piscina de su casa en Finca Vigía, el cual es relatado por un obrero suyo, escondido entre los matorrales, quien de paso queda obnubilado por los pechos de la que en ese entonces era la mujer más bella del mundo.

Más allá de estos detalles, el argumento de la novela de Padura es el siguiente: 40 años después de la muerte de Hemingway, en plena calurosa Habana, Mario Conde, teniente de la policía retirado que se gana la vida vendiendo libros de segunda mano, es buscado por un ex subalterno que lo encuentra en un bar, este le dice que en en el jardín de la casa de Hemingway han encontrado los restos de un hombre, que según la autopsia falleció un día antes que el escritor dejara la isla. Al lado del cadáver se encontró una placa del FBI, y antes de dar a conocer la noticia a los medios, Conde tiene que descifrar si fue Hemingway el asesino.

¿Por qué el ex subalterno de Conde le dice esto? Uno: Conde renunció a la policía para dedicarse a escribir, cosa no hace. Dos: Conde está solo, depre, porque su mujer se ha ido y no tiene con quien saciar la calentura de la noche tropical. Y tres (lo más importante): Conde es un fanático acérrimo de toda la narrativa de Hemingway, a quien de paso, cuando niño, lo saludó fugazmente.

Puedo decir muchísimas cosas más, pero no lo haré. Sólo me queda recomendarla. Y en lo personal esta lectura de verano (como para la playa o piscina, con una helada cerveza en mano) me lleva a buscar otras cosas más de Padura porque su protagonista, Mario Conde, es el Hombre de la serie de novelas policíacas “Las cuatro estaciones”. Ojalá la búsqueda valga la pena.
Imagen, portada de la novela.

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