martes, octubre 28, 2008

Kurt Vonnegut

El cine en el que estaba Trout con todos sus paquetes sobre las rodillas sólo ponía películas porno. La música era suave y sobre la pantalla plateada los fantasmas de una pareja joven se lamían el uno al otro, inocentemente, las blandas aberturas de sus cuerpos.

Mientras estaba allí sentado, Trout concibió otra novela. Trataba sobre un astronauta terrícola que llegaba a un planeta en el que la contaminación había acabado con todo tipo de vida vegetal y animal, excepto con la de unos humanoides que se alimentaban con comida hecha a base de petróleo y carbón.

Organizaban una fiesta para el astronauta, que se llamaba Don. La comida era horrible y durante todo el rato gran tema de conversación era la censura. Las ciudades estaban plagadas de cintes que sólo ponían películas porno. Los humanoides querían encontrar algún modo de acabar con aquellas películas pero sin interferir en la libertad de expresión.

Le preguntaron a Don si las películas porno también constituían un problema en la Tierra y Don decía que “Sí”. Le preguntaban si las películas eran realmente guarras y Don respondía que “Todo lo guarra que podía llegar a ser una película”.

Y aquello suponía un desafío para los humanoides, que estaban convencidos de que sus películas superaban a cualquiera de las existentes en la Tierra. Así que todos decidían dirigirse a un cine porno del centro de la ciudad, apretujados en unos vehículos que flotaban sobre unos colchones neumáticos.

Llegaban en el momento del descanso, así que Don tenía algo de tiempo para pensar sobre qué podría ser más guarro que aquello que ya había visto en la Tierra. Antes de que apagaran las luces ya estaba sexualmente excitado. Las mujeres del grupo estaban agitadas e inquietas.

Se apagaban las luces y se abría el telón. Al principio no aparecía ninguna imagen. Sólo se oían chupeteos y gemidos que salían de los altavoces. Al poco rato comenzaba la película. Era una filmación de muy buena calidad en la que aparecía un humanoide macho comiendo lo que parecía ser una pera. La cámara se acercaba hasta tomar un primerísimo plano de los labios, la lengua y los dientes, brillantes de saliva. El protagonista se comía la pera con extremada lentitud. Cuando el último trozo desaparecía de su ávida boca, la cámara descendía y le enfocaba la nuez del cuello, que subía y bajaba de un modo obsceno. Y después eructaba satisfecho, y sobre la pantalla aparecía la siguiente palabra, claro que en el idioma de aquel planeta:

FIN

Todo era falso, por supuesto. Las peras ya no existían en aquel planeta. Pero, de todos modos, la película de la pera …

(De: EL DESAYUNO DE LOS CAMPEONES. Panorama de Narrativas, Anagrama, 1999)

3 Comentarios:

Blogger Daniel Salvo dijo...

Mmm... un tema similar fue tratado por Vance Aandhal en su cuento "Saliva" de 1969, ambientado en un futuro donde la pornografía consistía en fotos y películas de alimentos.

11:44 a.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

excelente. totalmente corrupto, es hipnotizante. la forma en la que quiebra la regularidad de una historia, dentro de otra y de otra. un exceso de imaginación... y como todo exceso, sorprendente.

11:03 a.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

EL DESAYUNO DE LOS CAMPEONES y MATADERO CINCO son libros irónicamente corrosivos. Los he vuelto a leer y he quedado más que satisfecho.
G

11:16 a.m.  

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