lunes, enero 26, 2009

Pedro Juan Gutiérrez

Eso es todo. No me interesa lo decorativo, ni lo hermoso, ni lo dulce, ni lo delicioso. Por eso siempre he dudado de una escultora que fue mi mujer algún tiempo. Había demasiada paz en sus esculturas para ser buenas. El arte sólo sirve para algo si es irreverente, atormentado, lleno de pesadillas y desespero. Sólo un arte irritado, indecente, violento, grosero, puede mostrarnos la otra cara del mundo, la que nunca vemos o nunca queremos ver para evitarle molestias a nuestra conciencia.

Así. Nada de paz y tranquilidad. Quien logra el reposo en equilibrio está demasiado cerca de Dios para ser artista.

Me metí las manos en los bolsillos. Sentí el billete de veinte dólares. Puedo comprar una botella de ron y una caja de cigarrillos. En mi cuarto de la azotea el ciclón debe estar soplando a todo trapo. Y mucho mejor si me llevo una mulata para allá arriba. Entonces no sé de cuál sombra emergió aquella negra loca. Nos conocemos del barrio. Yo no la saludo pero ella es fresca y siempre intenta conversar conmigo. Viene apresurada hacia mí. En un par de años ha sido sucesivamente la negra más pobre, cochina y apestosa de todo este barrio. De ahí se metió a jinetera de lujo, con perfumes chillones y vestidos de mucho brillo, blanco y rojos. Ahora es esclava de Jehová. Lo dejó todo para predicar. Anda con unos espejuelos gruesos, una Biblia y unas ropas muy recatadas, de colores discretos. Me vio y no me da tiempo a nada. Se me acerca aprisa y me suelta de sopetón: “Hermano, ¿tú sabes leer la Biblia? Hay un Salmo que quisiera comentar contigo. Es el 51, que dice: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad. Y límpiame de mi pecado.” ¿Sabes por qué David hace esta plegaria pidiendo purificación? ¿No lo sabes? Seguramente nunca lo has pensado.”

Ah, no. No tengo resistencia para esto. A veces es así. Uno se aburre y no hay nada que hacer. Me voy a buscar el ron y los cigarros. Después ya veré qué hago.

(De: TRILOGÍA SUCIA DE LA HABANA. “Yo, revolcador de mierda.” Anagrama Narrativas Hispánicas, 2000)

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