domingo, mayo 03, 2009

Sergio Pitol

Leer las biografías de Verne es una experiencia desconcertante. Todo lo que sabemos de su juventud nos remite sin remedio al lugar común, a la mediocridad más plena. Al terminar sus estudios de derecho se empeñó durante quince años en escribir teatro: hilvanó innumerables tragedias, libretos para operetas, juguetes cómicos, dramas históricos, melodramas y vodeviles de los que sólo unos cuantos llegaron a la escena, y eso para naufragar en las primeras representaciones. Los fragmentos conocidos de su correspondencia y los testimonios sobre él lo presentan en esa época como una auténtica nulidad. En una breve tregua de sus afanes teatrales, pegeña por motivos económicos unos relatos breves para la revista El museo de la familia. Uno de ellos, el primero, está situado en México: "Los primeros navíos de la marina mexicana", otro en Perú: "Martín Páez". Se trata de un Verne anterior a Verne; nada en esas narraciones anuncia al fabulador extraordinario en que se convertiría más tarde. Treinta años después, incorporadas a los Viajes extraordinarios, publicará otras novelas con escenario sudamericano: La jangada, de 1881, situada en Brasil, y El soberbio Orinoco, de 1887, en Venezuela. En ellas era ya plenamente Verne.
(De: PASIÓN POR LA TRAMA, Ediciones ERA, 1988)

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