domingo, octubre 11, 2009

Philip Roth


Una semana más tarde estaba de vuelta en Nueva Jersey, en su chacra de grosellas. La legislatura de este Estado, en sesión especial, votó porque se le acordase la chapa de automóvil 372 como recuerdo de su promedio de bateo máximo. La gente solía buscar la chapa por las carreteras de Nueva Jersey, y cuando veía aproximarse el automóvil, aplaudía mientras Luke saludaba. Y así murió Luke ese invierno. Para devolver los saludos de un grupo de escolares que se acercaba en un omnibús, un grupo de muchachos y muchachas asomados por todas las ventanillas, gritando "¡Es él, es Luke!", este jugador, el más bondadoso y modesto que haya pegado jamás un pleno, apartó momentáneamente sus famosas manos del volante y sus famosos ojos de la carretera, y se deslizó rápidamente por el pavimento resbaloso hasta caer en el río Raritan. Que un hombre tan modesto hubiese muerto por culpa de su fama no fue más que una de la serie de ironías que los cronistas deportivos señalaron en el infortunio que costó la vida a Luke, a la edad de treinta y seis años.
(De: LA CAÍDA DE LOS ÍDOLOS. Emecé Editores, 1975)

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