martes, marzo 30, 2010

Kapuscinski - Una literatura maravillosa

Un par de atendibles posts en Puente Aéreo me llevaron a realizar una somera exploración virtual para tener más luces sobre el tema. La publicación KAPUSCINSKI NON-FICTION de Artur Domoslaski, ha venido generando más de una encendida polémica en torno a los alcances de la literatura de no ficción, puesto que Kapuscinski sigue siendo uno de los mayores abanderados de este género literario que aún muchos niegan aceptar como tal.
Cuando leí ÉBANO, hace ya varios años, supe que estaba ante una pluma de otro lote, de un nivel que solo ciertos escritores logran. No es requisito escribir bien para ser un buen escritor, menos para ser uno grande. Escribir –sea cual fuera el género- es motivar reacciones internas en el lector que lo confronten, para ello el escriba debe tener un compromiso real con su tema, un lazo que lo salvaguarde de la falsedad y la pirotecnia del efectismo del lenguaje. Kapuscinski distaba de ser un malabarista verbal, y no tengo duda alguna de que su trabajo se basaba en una recreación de la realidad, que encausaba obviamente con su gran talento, patentizado en un estilo de una fineza controlada. Literatura, pues.
En la siempre interesante Revista Ñ encontré la entrevista Una literatura maravillosa, de Robert Mackey para The New York Times News Blog, al hacedor de KAPUSCINSKI NON-FICTION. Leerla despejó todas mis dudas sobre la hoy discutida poética del maestro polaco.


La noticia de que se publicaría en Polonia Kapuscinski Non-Fiction, una biografía del legendario corresponsal internacional polaco Ryszard Kapuscinski, generó la semana pasada una serie de artículos en la prensa en inglés en los que se afirmaba que el libro denunciaba que el autor de El Emperador, La guerra del fútbol y El Sha era un mentiroso que hacía pasar la ficción por periodismo.
Si bien el libro de Artur Domoslawski aún no se tradujo del polaco, los diarios británicos publicaron títulos como "El periodista estrella de Polonia, Ryszard Kapuscinski, es acusado de escribir ficción" y "El periodista más importante de Polonia es acusado de mentiroso y espía en una nueva biografía". Domoslawski, un corresponsal del diario polaco Gazeta Wyborcza me dijo el domingo en un e-mail que no reconoce la biografía que escribió cuando lee la prensa británica. "La mayor parte de los artículos son errados, y de ellos surge que yo estoy denunciando o destruyendo a Kapuscinski", escribió. Si bien otros escritores calificaron los libros de Kapuscinski de "mentiras" o los minimizaron por considerarlos "una suerte de orientalismo simplista", Domoslawski hace referencia a su biografiado en términos de "mi mentor". Aquí, el biógrafo explica lo que su investigación dice y no dice sobre Kapuscinski y cómo se escribieron sus libros.
En los artículos sobre esta biografía se habla de que es una demostración de que los libros de Kapuscinski eran ficción que hizo pasar por periodismo. ¿Eso le hace justicia al libro? De no ser así, ¿cuál es el tema del libro y cómo explica usted la aparente mezcla de realidad y ficción en el trabajo de Kapuscinski?
¡Mi libro no es en absoluto un ataque a Kapuscinski ni a su escritura! Al contrario, el libro está escrito con empatía, con solidaridad y admiración por él, por más que no rehúyo la controversia ni las preguntas difíciles sobre su vida y su trabajo. Kapuscinski experimentaba con la crónica, lo que lo llevó a escribir una literatura maravillosa. Al principio tal vez no se daba cuenta de a dónde llegaría con esa experimentación. Mi libro no es una acusación. No es ese el tono del libro y es un gran error usar esa palabra. Lo único que digo es que prefiero poner algunos de sus grandes libros en el estante de literatura que en el reservado al periodismo. Esos libros siguen siendo muy importantes como literatura, pero no son necesariamente ejemplos de periodismo. ¿Tiene importancia qué tipo de escritura es? Pienso que debería importarnos, ya que, como periodistas, tenemos que hacer un pacto honesto con los lectores. Estos deben saber qué tipo de texto van a leer. Pienso que si el periodismo atraviesa la frontera de la literatura e incursiona demasiado en ésta, paga un precio alto: el de la credibilidad, sobre todo en la actualidad, cuando es tan fácil corroborar cualquier información. Eso no equivale a decir que no podemos usar las técnicas de la ficción al hacer periodismo. Podemos hacerlo, pero con cuidado y mientras construimos historias con hechos, hasta con la percepción subjetiva de los hechos. Eso está bien. Cuando Kapuscinski permite que sus propios conceptos e ideas literarias lo guíen, lo tienten, lo gobiernen, entonces en ocasiones va demasiado lejos. Por ejemplo, cuando sugirió que el gran pez del lago Victoria se hizo tan grande porque se comía a las víctimas de Idi Amin que terminaban en el lago, eso es una metáfora maravillosa de la tiranía y la crueldad de la época de Amin, pero está mal desde la perspectiva de los hechos. Esos peces procedían del Nilo –su traslado fue un experimento famoso– y se hicieron más grandes porque se comían a los peces más chicos, por lo que llegaron a destruir el ecosistema del lugar. No olvidemos, sin embargo, el contexto en el que trabajaba. Hay que tener en cuenta que cuando escribió su libro más importante, El emperador, se lo entendió como una metáfora de la corte del Partido Comunista de Polonia y no necesariamente como una descripción de la corte de Haile Selassie. Si él hubiera dicho que era una metáfora y no periodismo, tal vez los censores no lo habrían permitido. Por eso él y sus editores sostuvieron que se trataba de Etiopía. Terminó por ser un brillante tratado sobre el poder, de la misma categoría que El príncipe de Maquiavelo.
¿Es correcto decir que Kapuscinski establecía una clara distinción entre lo que escribió como periodista para la agencia de noticias polaca que lo mandaba al exterior a cubrir guerras y rebeliones –donde no mencionaba sus experiencias personales– y los libros que escribió después, memorias personales de sus experiencias en esos lugares?
Sí, eso es correcto. Para la agencia de prensa escribía noticias de forma rigurosa, por más que a veces agregaba algunas impresiones subjetivas. Lo que escribió años después en sus libros era muy diferente en términos de estilo y en el abordaje de los hechos. Su memoria era la fuente principal de esa escritura, con todas las consecuencias que eso tiene.
Un editor del Times, que conoció a Kapuscinski, le preguntó una vez si trabajaba con anotaciones o si usaba un grabador, y él le contestó: "No. Mi memoria desecha lo que no tiene importancia y conserva lo importante." ¿Escribió los libros sólo sobre la base de los recuerdos de sus experiencias como corresponsal? En ese caso, ¿significa que admitía el hecho de que sus libros no eran tan estrictos en lo relativo a los hechos como sus crónicas de agencia? ¿Consideraba que sus libros eran algo a medio camino entre novelas y crónicas periodísticas?
Nunca grababa las entrevistas, pero hacía anotaciones, si bien por lo general lo hacía por la noche, después de todo un día de trabajo. Solía decir: si uno no recuerda un detalle o un hecho, es porque no es muy importante. La relación entre realidad y ficción es muy compleja en su trabajo. Uno de los que reseñó mi libro hizo una observación interesante: el panorama del bosque que nos presenta Kapuscinski es correcto y cierto en términos generales, pero a los efectos de crear ese panorama –que en lo esencial es verdad– Kapuscinski a veces cambiaba de lugar algunos árboles del bosque. Tal vez debería existir una categoría aparte: ni ficción ni no ficción, sino un estante llamado "Kapuscinski". Supongo que la idea le gustaría.
¿Cómo explicaría su admiración por Kapuscinski y por qué considera que los periodistas se equivocan al decir que su libro lo revela como un novelista que finge ser periodista?
En cierto sentido me sentí decepcionado, pero entiendo la lógica actual de los medios, que se concentra en un punto polémico y lo presenta sin sutilezas. En el caso de este libro, eso significa no advertir que, en primer lugar, es la historia de un gran hombre, un testigo y actor de la segunda parte del siglo XX, un comunista convencido –no era un cínico afiliado al partido para hacer carrera, en absoluto; era un periodista que se convirtió en un gran escritor, un testigo de la descolonización y un severo crítico de las guerras y los negocios sucios de Occidente en Africa, Asia y América Latina–, tanto en el pasado como en tiempos más recientes (comprendida la guerra en Irak). Creó su propia leyenda, pero analicemos por qué lo hizo. Procedía de un país relativamente chico, de detrás de la Cortina de Hierro, cuya lengua no entendía nadie en el exterior. Debe haber pensado que la leyenda podía dar más fuerza a su mensaje, a sus libros. A propósito, sabemos que el mundo de la literatura está lleno de leyendas sobre escritores. Por supuesto, a veces me sorprendía el grado en que generaba esa leyenda, como la historia sobre su amistad con el Che Guevara, a quien nunca conoció. Finalmente, cuando se lo preguntó Jon Lee Anderson, admitió con franqueza que era "error del editor". Pero es un error que el propio Kapuscinski nunca corrigió. Esa información apareció en la tapa de algunos de sus libros una y otra vez.
Kapuscinski escribió los libros en un momento en que los artistas polacos tenían que valerse de alegorías para hablar sobre el gobierno comunista de su país. ¿Eso hace que a los periodistas occidentales les resulte más difícil entender lo que hacía? ¿Su método es más aceptado allí?
En lo que respecta a la mezcla de realidad y ficción, sí, creo que es algo que se acepta más en Polonia que en el periodismo británico o estadounidense. Tal vez sea un vestigio de la época comunista, cuando no era tan poco común crear en una crónica un personaje inexistente a partir de algunas personas reales para proteger a la gente real y decir algunas verdades sobre la realidad de ese momento. Pero no puedo imaginar que alguien que hace periodismo admita eso ahora: todos saben que eso atentaría contra la credibilidad de ese periodista. Creo que sería justo abrirles el juego a los lectores. En ocasiones, si por algún motivo no se puede ser fiel a la realidad, es mejor decir: "Les estoy vendiendo una historia de ficción que en su mayor parte se basa en hechos reales. Pónganle el nombre que quieran, pero los personajes no son reales, si bien están creados a partir de algunas personas reales." Eso sería lo justo. Sólo conozco un caso de un gran periodista que hizo eso en Polonia, y su credibilidad no disminuyó. Al contrario, aumentó, porque le jugó limpio al lector. Pienso que mi libro, en el que revelo la forma de trabajo del más famoso periodista polaco, abrirá un gran debate al respecto entre los periodistas. En realidad, ese debate ya empezó.
¿Qué información se dio a conocer sobre la cooperación de Kapuscinski con el aparato de inteligencia comunista? ¿Tuvo que cooperar para que se le permitiera trabajar? ¿En los archivos había algo que le hizo pensar que estaba involucrado?
Kapuscinski era parte del sistema comunista en su condición de partidario sincero y convencido –eso nunca fue un secreto– y en ocasiones colaboró con el servicio de inteligencia mientras trabajaba como corresponsal internacional, al igual que muchos periodistas de los Estados Unidos colaboraron con la CIA (Carl Bernstein lo describió extensamente en 1977 en La CIA y los medios). Para Kapuscinski, la Polonia comunista era su país, su patria. No puede decirse que estuviera involucrado. ¿Qué problema puede ser para un comunista convencido colaborar estrechamente con su estado y sus organismos? Para él era algo obvio. En aquel momento debió pensar que estaba haciendo algo bueno al luchar contra el imperialismo estadounidense u occidental en Africa o América Latina si, por ejemplo, escribía un análisis sobre las operaciones sucias de la CIA. Creo que atravesó un límite que un periodista no debe cruzar, no porque colaborara con el servicio de inteligencia "rojo", sino sólo porque se trataba de inteligencia. Si un solo corresponsal internacional se involucra en tareas de inteligencia, todos nosotros quedamos bajo sospecha. Es peligroso para nuestra profesión. Sin embargo, hay que recordar que, durante el gobierno comunista, en Polonia no se hablaba abiertamente sobre pautas periodísticas ni sobre conflictos de interés como ustedes lo hicieron siempre en los Estados Unidos. Tal vez en ese momento no nos dábamos cuenta del error, pero pienso que él entendió lo que hizo años después. Al decir eso, sin embargo, no estoy haciendo ningún tipo de acusación en su contra. Al contrario, en ese aspecto mi libro es una defensa de Kapuscinski contra los fuertes ataques de la derecha anticomunista, que considera que la Polonia comunista era el Infierno y que quienes colaboraron con ese servicio de inteligencia son traidores.
Su libro creó todo un debate en Polonia. ¿Se debe a que se considera a Kapuscinski un emblema de la cultura polaca?
Es probable que en Polonia no estemos preparados para un trabajo de este tipo. El objetivo de mi libro es entender a Kapuscinski y saber más sobre él y su época. No acuso ni adulo, sino que trato de entenderlo y explicarlo, y lo hago con una admiración que algunos de los que me critican no perciben. En Polonia se considera a Kapuscinki un escritor con mayúsculas, pero al mismo tiempo se desconoce por completo su mensaje moral y político, que no encaja con el pensamiento de la mayor parte del establishment polaco. Kapuscinski era un enérgico crítico del neoliberalismo, de algunas formas injustas de globalización. Criticó la respuesta estadounidense al 11 de septiembre. Se opuso a la invasión de Irak con participación de tropas polacas. Nadie discutió ese tema con él porque era un grande, pero no lo escucharon. Así, él y sus ideas cayeron en el más completo olvido. Pienso que mi libro da una nueva vida a sus ideas políticas.
¿Por qué piensa que la esposa de Kapuscinski primero cooperó con su biografía y luego trató de impedir que se publicara?
Creo que quería que me limitara a confirmar su leyenda y que no abordara ninguna de las controversias. No podía hacer eso ni prometí que lo iba a hacer.
The New York Times News Blog
Traduccion de Joaquin Ibarburu

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