martes, junio 22, 2010

DUBLINESCA: Entrevista a Enrique Vila-Matas - Facebook


Revisando Leyendo a Enrique Vila-Matas, cuenta de Facebook dedicada a la obra del célebre narrador, administrada por Alejandra Moglia, Elisa Rodríguez Court y Juan Salas, encuentro una entrevista que EVM concediera, hace ya varias semanas, a sus lectores a razón de DUBLINESCA.
Como ya lo dije en este blog, DUBLINESCA es una gran novela, satisface en todo sentido. He tenido, literalmente (gracias a la confluencia del azar), la suerte de devorarla, y espero que no demore más la llegada de los ejemplares de la misma a las librerías de Lima la gris, los muchos lectores que el autor tiene en la ciudad merecen leerla cuanto antes.


1.- Quedé embelesada con la figura del caballo blanco en ese puente de O´Connell convertido imaginariamente por Riba en línea tenue que separa la era Gutenberg de la digital. ¿Puede ampliar algo más sobre ese caballo (blanco como la nieve que ca…minó y sobre la que murió Walser y blanco como el traje que vestía E. Dickinson siempre que escribía poesía y blanco como la página vacía…) en la imaginación de usted, el autor de “Dublinesca”?
R: Es el caballo blanco que huyó en México cuando mataron a quien lo montaba, Emiliano Zapata. Quiero decir con esto que es una leyenda que aparece en muchas culturas. El caballo blanco es nombrado por Joyce en Los muertos, el cuento final de Dublineses. En mi segundo viaje a Dublín fui por mi cuenta, solo, a primera hora de la mañana, al puente O´Connell a ver si por casualidad veía el caballo. Era una empresa sin duda difícil, pero nunca se sabe. Pensé que si lo veía, nadie la daría demasiada importancia, pero sin embargo sería algo muy importante para mí. No lo vi. Pero había una paloma blanca posada sobre la cabeza de O´Connell, el hombre irlandés de la estatua que da nombre a ese puente.
2.- ¿Departir con los Auster es sólo prurito o alarde de su personaje?
R: Riba es un editor que publicó un libro de Paul Auster y por tanto entra dentro de la lógica que conozca a los Auster y que vaya a cenar a su casa, y hasta que bostece allí o que le dé por comer poco.
3.- Usted ha criticado la novela meta-ficcional a pesar de que se le identifica con ella. ¿Podría señalarnos su posición actual al respecto? Dublinesca es una novela más ambiciosa que el Dietario Voluble. Pero la segunda es más cálida y sustanciosa. Pero en todo caso, en ambas, “cada momento es un lugar donde nunca hemos estado”.
R: No he criticado lo metaficcional, he dicho solamente que quienes me clasifican a la ligera como metaliterario delatan no haberse molestado en leerme, ya que hablo de todo en mis libros, no solo de libros, hablo de la vida en todos ellos, y últimamente más que nunca. En otro orden de cosas, decirle que Dublinesca pertenece inequívocamente al género novelesco. Y Dietario voluble, en cambio, pertenece al género diarístico, aunque incorpora a un personaje de ficción que es el diarista. En Dublinesca me serví, en ocasiones, de una metodología de diarista (extraída de mi experiencia en Dietario voluble), de seguimiento muy de cerca de la vida cotidiana de una persona. A mí Dublinesca me parece más cálida que Dietario voluble, pero eso, claro, es algo siempre muy subjetivo. Igual ocurre con lo de “sustanciosa”, que no lo voy a discutir porque eso depende únicamente de lo que encuentra en uno y otro libro cada lector y yo soy el menos adecuado para ponerme a buscar algo “sustancioso” en lo que ofrezco, ya que todo cuanto entrego al lector antes necesariamente ha tenido que ser sustancia para mí.
4.- Su utilización del recurso llamado “mise en abyme” es llamativo y en cada novela va encontrándole más vueltas de tuerca. ¿Es una forma de huir, de esconderse, o de buscar/formar lectores más entrenados?
R: “Cada obra, nos dice Vila-Matas, debe ser un renovado salto al vacío” (Roberto Bolaño en Entre paréntesis, pág. 157).
Trato de divertirme saltando al vacío cuando escribo y quizás por eso, y también por otros motivos que aquí me callo y que podrían parecer más hondos y más respetables (siendo en realidad igual de hondos que la diversión pura y simple) llevo mis libros a un callejón sin salida. Desde Bartleby y compañía, siempre me preguntan: “¿Y ahora qué? ¿Cómo lo vas a hacer para continuar?”. Lo paso muy bien cuando tratan de hacerme ver que he llevado todo a un límite. Yo diría que escribo libros para colocarme deliberadamente en situaciones que comprometan la continuidad de mi escritura y me dejen, una y otra vez, ante el dilema de ver si soy capaz o no de escapar de lo que ha terminado por llevarme a lugares aparentemente sin salida.
Una vez, me entrevistaron para la televisión venezolana, una entrevista de una hora. Hacia el final, yo todo el rato estaba pensando que la pregunta que me hacían era la última y quizás por eso me esforzaba y daba una respuesta brillante y trascendente para el cierre. Así me pasé más de quince minutos, creyendo todo el rato que estaba ante la última pregunta y elevando sin darme cuenta, cada vez más, el nivel de profundidad y de veracidad de aquel eterno momento final. Me pasé todo ese cuarto de hora creyendo que estaba ante la última cuestión y contestando pues a varias últimas cuestiones como si en esas cuestiones me fuera la vida. La tensión favorecía mis respuestas… Bueno, debo decir que escribo mis novelas así normalmente, como en aquel cuarto de hora final en Venezuela, y que eso es lo que me lleva seguramente a callejones sin salida. Mis novelas siempre terminan con una página en la que parece que haya contestado a la última pregunta. Porque una última pregunta en una larga entrevista siempre lleva a una sincera declaración de principios, quiero decir que es como un epitafio sobre nuestra tumba, un epitafio en el que uno queda retratado. Yo escribo novelas como si fueran epitafios.
5.- Hay un personaje que me resulta bastante enigmático y que aparece bastante en Dublinesca. Se trata de Vilém Vok. ¿Podría contarnos un poco sobre él?
R: Es un autor checo con el que mantuve correspondencia en una época. Creo que pronto van a traducirlo al español. Yo lo he leído sobre todo en revistas francesas (La Femelle du Requin, Inculte, La matricule des Anges). Alguien que me parece bastante perspicaz, en un blog, ha sugerido que Vok es el narrador de Dublinesca.
6.- En su obra existe una expresa necesidad, entre otras, de tocar temas que abarquen los márgenes y el mundo del escritor, el poeta, el campo cultural. “Dublinesca” pertenece a esta naturaleza. Siento que en la actualidad esta es una de las líneas temáticas de la novela, casi insoslayable. Quizás me equivoque. La pregunta sería: ¿no se ha caído en un abuso, en una especie de ejercicio narcisista por parte del escritor?, ¿hasta qué punto es válido ser reiterativamente metaliterario?, ¿convertir a la literatura en un ejercicio por y sobre la literatura no es reducirla a una actividad que deslinda, por su propia naturaleza, aspectos, naturalmente bellos e interesantes, de nuestra propia realidad ficcional? No condeno el uso de tales temas sino el abuso. ¿No se ha llegado a ese abuso?
R: En su magnífico blog, el historiador y ensayista cubano Rafael Rojas disertaba no hace mucho en torno a esa obstinada pulsión literaria de mis obras. Y Gerardo Muñoz, desde Cuba, le decía, con buen tino, que quizá esa ansiedad por la literatura es similar a la de Agamben: “Veo ciertos parecidos que serian muy interesantes de estudiar. El debate del archivo: archivar la filosofía, archivar la literatura. Es como si solo quedara eso…”
No puedo negar que la literatura esté en el centro de lo que escribo y que esa melancolía de los archivos también esté en el centro. Ahora bien, hay quien me califica de metaliterario y ahí, detrás de esa apresurada calificación, siempre suele haber alguien que habla de oídas, sin haberme leído. Es como pensar que Pérez Reverte escribe sólo de espadachines; quien dice esto y simplifica tanto es que no lo ha leído y simplemente le tiene manía a Pérez Reverte… Yo he tenido la suerte de haber sido leído por un tan gran lector como Bolaño y él supo apreciar lo que yo siempre he sabido: que cuando hablo de literatura, estoy hablando de todo lo demás, de la vida y de la muerte y de todo lo que gira alrededor de ellas, y en este sentido Dublinesca es un libro especialmente centrado en los seres humanos, un libro sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la pasión, sobre la felicidad y la desgracia. Es más, creo que es el más cálido de mis libros. Decía Bolaño a propósito de Bartleby y compañía que yo hablaba ya no sólo de los escritores que en un determinado momento de sus vidas (un momento de lucidez o de desesperación o de locura) dejaron de escribir sino de los escritores como el mismo Vila-Matas nunca van a dejar de escribir, y a partir de allí hablan de la muerte, de los gestos inútiles ante la muerte pero que nos salvan (o pueden salvarnos) y no sólo habla de escritores, sino que en realidad habla de lectores, de seres humanos de toda laya, de gente que vive y que un día deja de vivir, de aventureros y agónicos, de gente que lee y que un día deja de leer…”
7.- ¿Por qué tuvo que dejar Anagrama? Era el autor ideal para la editorial ideal.
R: En realidad, el autor ideal para la colección de “narrativas hispánicas” de Anagrama es alguien que escribe bien y no tiene muchos lectores. Un escritor principiante, por ejemplo. Claro está que hay autores en la editorial que, después de varios libros, siguen escribiendo bien y no tienen muchos lectores. Estos también son ideales porque no crean complicaciones. Ahora bien, si alguien allí empieza a crecer (a crecer como autor, o bien a aumentar el número de lectores, y ya no digamos si crece en las dos direcciones a la vez), ve enseguida cambios de humores y cómo la cosa se complica.
8.-Escribir. Publicar. Desconocerse. Una vez más el tema de la identidad en Dublinesca. Un editor. La biografía de Riba es su catálogo, fuera de ahí, no existe. Por otro lado, los “malditos autores” y su yo desnaturalizado, plural, el yo literario, el que se desprende del autor, del otro que se atrevió a escribir lo que escribiría si escribiese. En suma, el yo de perfil heterónimo y nómada. ¿Qué hay entonces del mal del autor? ¿Qué es un autor, aparte de ser un fantasma de sí mismo dotado de una carne débil, egocéntrica? ¿Te has encontrado a ti mismo indescifrable o desconocido en esta Dublinesca? ¿Has podido regresar a casa sin contratiempos, en este año excesivamente redondo?
R: Toda la novela está recorrida por el mismo misterio que ha recorrido “mi espina dorsal” (que decía Nabokov) mientras la escribía, mientras indagaba acerca del misterio del desconocido de la gabardina, el misterio de ese tipo al que llaman Mackintosh. Iba escribiendo tratando de averiguar quién era la sombra que me acompañaba. El lector lee desde el mismo lugar en el que yo, escribiendo, voy avanzando en mi indagación. Estoy seguro de que más de un lector ha tenido la impresión de que era él quien estaba escribiendo Dublinesca o como mínimo se hallaba sentado en el lugar del autor.
9.-Me sorprende que casi nadie le pregunte por la intromisión del narrador en Dublinesca. Supongo que no le preguntan porque deben pensar que forma parte del juego literario que es Dublinesca y en parte porque imaginan que la respuesta será aún más desconcertante que esas interrupciones del narrador. Yo creo que, al contrario de lo que opinaba Nabokov sobre la presencia de Joyce en Ulises, que concluye que Bloom ve a Joyce el 16 de julio, lo que ocurre en Dublinesca es que el autor ve a su personaje (y no al contrario).
R: También me sorprende lo poco que se ha comentado que el narrador intervenga en dos únicas ocasiones en la novela. A veces hay el temor a equivocarse y decir que aparece en dos cuando puede acabar resultando que aparece en tres y quedar uno un poco mal. Por si acaso, los reseñistas o entrevistadores se curan en salud. En cuanto a lo de que el autor ve a su personaje, lo de que yo veo a Riba, está bien visto, aunque el visto bueno completo a esa teoría no se lo daré porque reduciría las posibilidades amplias de interpretación que Dublinesca ofrece en sus páginas finales. Hablando de sorpresas, a mí lo que más me ha sorprendido es que, tras cien entrevistas de prensa (en Francia, España, Argentina, México), han sido muy pocos los que me han hablado de la parte beckettiana –el tercer y último capítulo- del libro. Es como si algunos no se hubieran presentado a las entrevistas con el libro enteramente leído y creyeran que todo gira en torno a Joyce, cuando Joyce está presente sobre todo en el segundo capítulo. La parte tercera y última, la beckettiana, además, es lo mejor del libro.
10.- Teniendo en cuenta mi pequeño desconocimiento acerca de Dublinesca, una pregunta como pintor y amante de la transvanguardia y el informalismo, que además también odio, ¿qué hay encima del metalenguaje? ¿Está Dios?
R: Adquiera conocimiento sobre Dublinesca y no lo dude: obtendrá la respuesta a su pregunta, porque hallará a Dios.
11.- ¿Cree usted que Riba logra, después de todo, “ausentarse” gracias a la ironía que a mi parecer empapa su trayectoria vital en la novela? Yo así lo pienso.
R: Creo quien se ausenta a veces es su genio particular, su Genius. Claro que cuando la sombra genial reaparece en Glasnevin, uno comprende que leer la novela bien valía una misa, una misa en Dublín, que no en París, la verdadera gran ausente del libro.
12.- ¿Cuál cree que ha sido el gran motivo cultural por el cual la “palabra saturada” de Joyce se transformó en la “palabra enmudecida” de Beckett a lo largo del Siglo XX?
R: Sólo sé que de la epifanía fuimos a la afonía. Y aquí juzgo pertinente recordarle aquel momento de París no se acaba nunca en el que cuento que un día vi a Beckett en el Jardín de Luxemburgo. No tenía previsto que pudiera encontrármelo algún día. Sabía que no era un clásico muerto, sino alguien que vivía en París, pero siempre le había imaginado como una oscura presencia que sobrevolaba la ciudad, nunca como alguien al que uno se encuentra leyendo desesperado un periódico en un viejo parque frío y solitario. Le estuve espiando y vi que de vez en cuando pasaba página, y lo hacía con una especie de enojo tan grande y una energía tan intensa que si el Jardín de Luxemburgo entero hubiera temblado no nos habría extrañado nada. A llegar a la última página, se quedó entre absorto y ausente. Daba más miedo que antes. El amigo que me acompañaba en aquel espionaje me dijo: “Es el único que ha tenido el valor de mostrar que nuestra desesperación es tan grande que ni palabras tenemos para expresarla”. Entiendo, siempre que recuerdo esas palabras de mi amigo, que Beckett aún llevó más lejos el callejón de salida de Joyce, de quien fue, por cierto, secretario. “Ni palabras para expresarla”. Es una verdad a medias. Gracias a decir que no hay palabras, uno se anima a encontrarlas. Mi obra literaria se ha movido siempre en diferentes callejones sin salida, encontrando, de todos modos, salida en cada uno de ellos, pero yendo a parar a callejones nuevos en los que prevalece aquella frase de Kafka que figura en mi imaginario escudo de armas: “Y no hay salida”
13.- ¿Es consciente de que es un incitador al consumo masivo de Biodramina por crear en el lector una sensación de vértigo mareante al mostrarle parte de la Biblioteca de Babel y dejarlo abandonado en una de sus galerías buscando libros eternamente?
R: No, no soy consciente porque no es mi intención crear vértigos. En cuanto a la Biodramina, hacía tiempo que no oía hablar de ella. Recuerdo haber tenido experiencias muy buenas con ella. En un barco de Almería a Melilla todo el mundo vomitaba menos yo. Marzo de 1971.
14.- Sin que haya una simetría exacta o paralelo completo, ¿no le debe mucho Samuel Riba, protagonista de Dublinesca a Federico Mayol, protagonista de El viaje vertical? ¿La oración de los escritores de Samuel Johnson en Dublinesca es real o apócrifa? ¿Si es real, dónde se puede leer? ¿Hay un referente en la vida real del personaje que es un escritor colombiano en Dublinesca o es mera invención?
R: Para Riba me inspiré en una persona de la vida real que es distinta de Mayol. Algo retocada, la Oración de los Escritores la saqué, en efecto, de Samuel Johnson; la encontré en la página 211de The Paris Review Entrevistas (edición de Ignacio Echevarría, editorial El Aleph), en una entrevista a Kurt Vonnegut. Ese libro precisamente me lo recomendó un escritor argentino que vive en Barcelona y en el que está inspirado-en parte, sólo en parte- el personaje de Ricardo, el colombiano.
15.- Existe alguna analogía entre Dennis Clegg y Samuel Riba?
R: Comencé la novela pensando que Samuel Riba se parecería a Denis Clegg, aunque más viejo, claro. En los orígenes de Dublinesca estaba Clegg. Después llegó Riba.
16.- ¿Y después de parida Dublinesca, por dónde van sus futuros retoños? ¿Qué nos puede adelantar de sus inquietudes y planes literarios?
R: Estoy trabajando en un nuevo libro sin que quiera adelantar nada, pues sería absurdo describirle ahora un parto en ciernes, como si yo me creyera que voy a ser mamá. Eso sí que sería una parida, una parida luminosa.
17.- Si la era Gutenberg finalizara mañana y el papel desapareciera. ¿Publicaría novelas digitales? ¿Esa modificación perjudica al escritor o sólo al lector?
R: Sin papel me costaría escribir, ya que trabajo en el ordenador y corrijo con lápiz walseriano sobre el papel.
18.- ¿Podría usted desarrollar los cinco puntos de la teoría literaria propuesta por Riba? (pág. 15). Además de Le Rivage des Syrtes, ¿qué otros libros cree usted que cumplen con los requisitos de la teoría de Riba?
R: El propio Dublinesca. En cuanto a la teoría de los cinco puntos la desarrollé en Perder teorías, un libro que publicaré en septiembre, en la colección Únicos, de Seix Barral. Para quien tenga prisa por leerlo, se halla ya publicado en Francia, en bolsillo: Perdre des theories (editorial Christian Bourgois)
19.- Siempre me ha llamado la atención el hecho de que mantengas una ética literaria y estética que defiende la independencia entre arte y la difusión de valores morales o ideológicos (o la denuncia social). Esta novela mantiene todos los ingredientes del mundo literario al que nos tienes acostumbrados en los últimos años pero incorpora en la historia un debate (la transición Gutenberg-Google) que lleva años provocando ríos de tinta y en el que normalmente se pide posicionamiento (pregunta 19, por ejemplo) a los autores. ¿Se trata de una ampliación del espectro de las paranoias recurrentes de los escritores o es este el principio de un cambio en tu propia teoría literaria? ¿Has decidido que el escenario de tus novelas no es solo ya la “realidad” literaria sino, por poco que sea, la realidad común a todos tus lectores?
R: Vuelvo a lo dicho anteriormente. Cuando hablo de literatura, estoy hablando de todo lo demás, de la vida y de la muerte y de todo lo que gira alrededor de ellas, pero reconozco que Dublinesca es un libro especialmente centrado en los seres humanos, un libro sobre la vida y la muerte, sobre el amor y la pasión, sobre la felicidad y la desgracia, quizás más humanizado que los anteriores, quizás he ampliado horizontes más que nunca; si ha sido así, es decir, si he ampliado la vista o el panorama, eso puede haberse debido a una dinámica inherente a mi propia obra y a los movimientos de renovación constantes a los que suele estar sometida.
20.- ¿Quién es el que busca? ¿Riba? ¿Mayol? ¿Vila Matas? ¿Qué es lo que está buscando Vila Matas?
R: Nunca busco nada, salvo cuando busco los más oscuros paisajes de la gramática shandy.
21.- Uno de los postulados formulados en la Teoría de la Novela -que según ha contado en Buenos Aires desarrollará en su nuevo libro- es conectarla con la alta poesía. ¿Cómo se establece esta conexión, cómo lo ha hecho en Dublinesca? Por otra parte, cuando el lector lee la novela, ¿está consciente de la presencia de la alta poesía en lo narrativo?
R: Dublinesca no sería nada si no existiera la poesía, pero no puedo obligar a nadie a que encuentre la poesía entre sus páginas, porque la poesía se detecta o no, no hay vuelta de hoja. Yo la sé ver en el libro, quizás porque me hallo en un sitio con un buen panorama sobre las ventanas altas de Grand Central Station de Nueva York. O quizás porque me hallo en un lugar con mucha luz, el lugar desde el que precisamente contesto esto y desde donde ahora mismo estoy apreciando con inquietud que la lluvia azota sin piedad un tren de 21 pasajeros, cada uno con su pregunta. Un tren muy cercano, abandonado de súbito.
Participaron en esta entrevista: Juan Salas Villanueva, Alejandra Moglia, Susana Borobio, Angeles Prieto Barba, Magdalena Herrera de Boersner, Leandro Montaña, El Papasquiaro, Norkin Gilbert, Carlos Alberto Navarrete Ortiz, Javier Avilés, Nacho Tusquets, Nicolás Valdés Mavrakis, Pepa Botella Pérez, Juan Pablo Plata, Ana Esquivel, Adolfo López Chocarro, Santiago Morales, Karlatone Olvera, Kristina Pla, Ma. Estela Calápiz y Elisa Rodríguez Court.

2 Comentarios:

Anonymous JARDÍN DE ESTATUAS SIN OJOS dijo...

Gracias, subiré la entrevista en tu blog a "Leyendo a Enrique Vila-Matas".
Un saludo.
Elisa.

11:17 a.m.  
Blogger jjcanve dijo...

Intersante, como todo lo que rodea a Enrique.

Hace dos años, después de una charla en la Feria del Libro de Sevilla, hablé con él. Mi hermano, gran lector suyo, se salía de la piel al tenerlo delante mientras yo le decía que nunca había leído un libro suyo, pero sabía que me iban a gustar. Hoy, dos años después, puedo decir que no me equivocaba. Todo lo que rodea a Vila Matas (el personaje) es interesante, probablemente más que el escritor.

Saludos.

12:20 p.m.  

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