martes, noviembre 30, 2010

Augusto Effio Ordóñez sobre LAS ISLAS de Carlos Yushimito

En el recién estrenado blog Palabra menor, Augusto Effio Ordóñez le dedica un post a LAS ISLAS (2006), el célebre libro de cuentos de Carlos Yushimito.
Personalmente, sintonizo con partes de lo que señala AEO.
LAS ISLAS es un libro que ha tenido la mejor prensa que pueda tener cualquier autor: el genuino reconocimiento del boca a boca de los lectores.
A diferencia de otros libros que salieron en el engañoso 2006, esta peculiar publicación de Yushimito ha sabido mantenerse vigente, fresca, no ha envejecido. Hasta podría catalogarlo como un clásico contemporáneo de la narrativa peruana. Claro, sé que puedo pecar de entusiasta, pero si el entusiasmo ayuda a que más lectores puedan conocer este mágico librito, pues está más que justificado.
Ahora, valoro y aprecio la inteligencia literaria de AEO, pero un párrafo de su texto está demás, es un potencial distractor del objetivo de su post: resaltar un gran libro. Por ello, ese párrafo, felizmente pequeño, no será reproducido.


Confieso, padre, y me arrepiento de ello, haber leído buena parte de los libros publicados en los 2000, con la malsana curiosidad de saber qué hacían sobre el papel —y qué tan bien lo hacían— los niños y no tan niños que empezaron a publicar cuando, de casualidad, yo también lo hice. Acúseme, padre, de haberme equivocado y desperdiciado horas de lectura en librejos que casi no recuerdo —sobre todo aquellos de esa editorial que hace una apología al oxímoron.
Los libros que rescataría no alcanzan para juntar un puñado, pero, gracias al cielo, hay uno que paga largamente la penosa incursión en el fango de las novedades de la más vieja nueva narrativa de la que siempre se habla. Me refiero a “Las Islas” (Sic, 2006), de Carlos Yushimito, un libro con mayúsculas que no ha sido lo suficientemente celebrado, pero que seguro tendrá una segunda y tercera vida, cuando el nombre de Yushimito deje de ser patrimonio de los lectores usureros que llegamos de oídas a esa edición de tapa negra y garabatos de colores, y que comentamos a cuenta gotas para que nadie conozca el brillo de nuestras más preciadas monedas.
He tenido la suerte de escuchar a Yushimito hablar de sus cuentos. No mucho, por cierto, porque Yushimito es esquivo cuando habla de su literatura. Es su manera de ser modesto. O quizá es su manera de ser concesivo (quizá sólo conmigo, y no con sus amigos del oxímoron, por ejemplo). Nunca lo sabré. Y ante la enésima vez que le preguntan ¿por qué ambientar tus cuentos en Brasil, un Brasil que, según dices, no conoces?, Yushimito ensaya una respuesta contundente: para hacer verosímiles mis historias (lo escuché de primera mano, no me lo contaron).
“Las Islas” reúne, de manera engañosa, nueve relatos. Y digo que hay un engaño detrás de la escueta presentación de libro porque en cada cuento, párrafo, imagen, frase, se van construyendo túneles y diques, se suman selvas y desiertos, se fundan y liquidan pequeñas naciones (a veces, naciones de poblaciones minúsculas: el clan de una favela, los habitantes de un burdel, dos amantes y un cornudo, alguien que está a punto de morir, o ha soñado con su muerte; pero eso es lo de menos).
Yushimito huye de la normalidad. Todo lo que escribe está enrarecido. Sus cuentos no entretienen: hipnotizan. El Sao Clemente donde ocurren sus historias es, en la angustia, el júbilo o la melancolía de sus personajes, un callejón sin salida, la promesa de redención, el lugar donde se lanzará el disparo que aguarda nuestro pecho tatuado, y, de pronto, de una página a otra, Sao Clemente no resultó ser lo que creímos que era, solo fue la tinta oscura que lanzan los pulpos para huir hacía otro lado, los desperdicios de los que se valen para engañarnos.
Es inevitable decir que del libro se destacan “La isla” y “Seltz”, por la impecable construcción y carga emocional del primero y por la sabia ironía del segundo. Creo que fue a Fontanarrosa a quien le escuché decir que un libro de cuentos se compone como un disco, con dos temas fuertes, dos hits, y, con suerte, se tienen a la mano algunas otras canciones parejas que no deben desentonar. Pues el libro de Yushimito no sólo tiene dos grandes hits.
“La isla” y “Seltz” son las dos más logradas melodías de un LP que engarza una sorpresa tras otra. “Bossa Nova para Chico Pires”, “Tinta de Pulpo” —en la relectura, uno de mis favoritos, donde Yushimito muestra que es capaz de juntar magia ancestral, cine de gansters y melodrama con una prosa envidiable— y “Tatuado”, componen un tríptico de pequeñas intrigas que se resulten o se vuelven a complicar, y a uno no le importa gran cosa saber cómo es que llegó hasta ahí, lo importante es haber hecho el viaje y, si es posible, regresar por el mismo camino. El libro tiene tantas bondades que un gran relato como “Una equis roja” —una fábula de putas de referencias quijotescas—, puede ser tomado como un relato bisagra, que sirve para ventilar la tensión acumulada del conjunto, y uno llega a pensar que escribir como Yushimito es sencillo, natural, como respirar, pero, en el fondo, sabemos que esto no es así, que la regla es encontrase con falsas promesas de complejidad, con juegos enrevesados que terminan de aburrir, con la prosa plana de los que están apurados de contar lo que nadie quiere escuchar.

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