viernes, abril 06, 2012

'La soga de los muertos'



Una de los beneficios literarios de tener un blog es que puedes entrar en contacto con escritores de otros países. Me interesa, sobremanera, leerlos y ver cómo va la producción literaria, en especial en Latinoamérica.
Más o menos sé quién es quién, pero aún me falta indagar más. No todo lo que leo de otros lados es una maravilla, por cierto. Basta ya de demagogias. No solo en Perú hay malos escritores y pésimos poetas…
Al narrador y periodista chileno Antonio Díaz Oliva lo conocí hace ya buen tiempo. Hemos tenido más de un intercambio emiliar sobre literatura y rock (él es autor de Piedra roja, algo así como un libro hermano de Demoler de Buco). A mediados del año pasado nos encontramos de casualidad en medio del desorden de La Feria Internacional de Libro de Lima. Antonio acababa de regresar de Cusco, buscaba libros de Reynoso y deseaba ir a todos los chifas de la ciudad.
Meses después pude leer su primera novela, La soga de los muertos, editada por Alfaguara de Chile.
Para los que hemos participado de la sesión de ayahuasca, el título de la novela resulta más que sugerente. La ayahuasca, por demás, ejerce una presencia nada soslayable en el imaginario de no pocos grandes escritores. Algunos desde  la contemplación, otros desde la vivencia propia, como Allen Ginsberg, que vino a Sudamérica para conocerla y hacerla suya. Previo a su llegada a Perú y su encuentro con Martín Adán (al respecto, leer la excelente documentación de Yrigoyen y Buco en Poesía en Rock) el autor de Aullido estuvo en Chile, en 1960, dato que ADO utiliza en su más que interesante primera novela.
Ahora, la presente publicación no solo se centra el icono beatnik, en ella tenemos a un niño que escribe un diario y en el que refleja, entre otras cosas, la relación especial y difícil con sus padre; y nos topamos también con el activismo de P, quien lucha para que se le conceda el Premio Nobel de Literatura a Nicanor Parra.
Tres historias que viajan en paralelo. El autor hace gala de un estilo telegráfico, narrativa Twitt, dato escondido por doquier, capítulos de no más de página y media que suman en velocidad, haciendo diáfana la complicada trama y atractiva para el lector común y entrenado. Pero lo que en forma es un mérito, en desarrollo un retroceso. De las tres historias, las de Ginsberg y el niño que escribe su diario se complementan, hay más de un lazo comunicante; pero con la del hincha de Parra, las cosas son distintas, debido a la floja configuración del personaje y a cierto apuro en las idas y vueltas (verosimilitud) de su proselitismo.
Para ser la primera novela de ADO, La soga de los muertos cumple con proyectar una sensibilidad incómoda en el lector, en lo que no dice yace su riqueza. Estoy seguro de que más de uno se sentirá identificado con el niño que escribe su diario.

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