domingo, mayo 20, 2012

Más que un policial



Publicado en el segundo número de Estante.






Segundo martes de febrero de 2005.  Me encontraba con el editor David Abanto y los poetas Carolina Fernández y Miguel Ildefonso en el café Domino´s de La Plaza San Martín. Eran las seis de la tarde y teníamos en nuestra mesa a Miguel Gutiérrez, a quien entrevistaríamos para el primer número de la revista “Pelícano”. Antes de empezar la grabación, conversamos de literatura. Entre las cosas que dijo el narrador, pervive una que deberíamos tomar en cuenta: “Cuando un escritor es bueno, tarde o temprano se le reconoce”.

Quién mejor que él, que sabía lo que decía. Si hay algún escritor peruano a quien se le ha intentado acallar, ya sea por razones políticas e ideológicas en especial, ese es pues Gutiérrez. Sin embargo, el tiempo ha sabido poner las cosas en su lugar. Hoy en día su reconocimiento es, con toda justicia, unánime. Y aunque suene a consigna manida: es hora de que se haga conocido más allá de nuestras fronteras.

A la fecha es el autor estrella de Alfaguara Perú. Su novela anterior, Confesiones de Tamara Fiol, fue elegida como la mejor de 2009. Y la última, que comentaré a continuación, se impuso como la más destacada del año pasado, Una pasión latina.

Una pasión latina no es ajena al derrotero de la poética del autor. Si hay un género del cual ha hecho uso, ese es precisamente el policial. Lo vemos en Hombres de caminos, Babel, el paraíso, Poderes secretos y El mundo sin Txótchil. Sin embargo, este recurso es solo un pretexto, ya que la presente novela sobrepasa el mero género, creándose una atmósfera ideal que consigue proyectar el sentimiento de culpa y redención entre los personajes centrales Nolasco Vílchez y Artimidoro Correa. Gutiérrez no solo se solaza con una trama interesante, ya que esta es superada por la interacción entre todos los personajes. Y me quedo con el perfil de Artimidoro, cobarde y pusilánime que lo asume la vida desde la distancia, mostrando solo un mediocre compromiso para con sus supuestas convicciones políticas, ideológicas y éticas.

El narrador de la historia, Artimidoro, nos relata los motivos que llevaron a su conocido Nolasco Vílchez a masacrar a su esposa norteamericana Karen Spiegel. Al mismo estilo que los narradores del policial-enigma, Artimidoro reconstruye la vida de Vílchez. En esta empresa intentará encontrar el “motivo” que configuró el sino del asesino. Ahora, Gutiérrez, sabedor de los meandros del policial, parte de la indagación biográfica para arribar a su tópico recurrente: lo social. Por eso la novela es también un acercamiento a los años de la violencia política peruana (a lo que acaeció en Ayaucho en especial), al racismo y el arribismo.

Gutiérrez es dueño de una obra impresionante. Una pasión latina, firmada por otro autor, sería considerada una novela consagratoria. Pero a Gutiérrez le pasa lo que a los grandes: tiene columnas lo suficientemente fuertes (La violencia del tiempo, título que fácilmente se ubica entra las cinco mejores novelas peruanas del siglo XX, La destrucción del reino, El mundo sin Xótchil), cuyas sombras se hacen sentir en lo último que nos viene entregando.

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