miércoles, junio 20, 2012

Fiel reportaje, gran novela



Desde hace una semana vengo leyendo, releyendo y revisando pura literatura peruana. Tuve que hacer una pausa en mis lecturas placenteras, que no son necesariamente de ficción; estoy devorando ensayo, historia y rock. Sin embargo, hay responsabilidades que uno tiene que cumplir, no me gusta dejar nada para el final, detesto hacer en un par de días lo que pude en dos semanas. La razón: el martes 26 de junio tendré un diálogo público sobre Literatura peruana actual con la literata chilena Lucero de Vivanco en el Centro Cultural de España de Santiago de Chile.

En la documentación uno descubre lo que no es, se fue al tacho la idea de lector desordenado que tenía de mí, puesto que por esas cosas de la vida, involuntariamente tengo cientos de fichas con anotaciones de los libros de autores peruanos que he leído. En algunos casos me sorprendo, algunas de estas fichas datan de 2003. Cuando me comunicaron que no tenía que leer un texto en el diálogo (por eso es diálogo, pues), literalmente tuve que desahuevarme. Tengo hartos problemas para expresarme en público, es por eso que siempre hago uso de textos durante las presentaciones. De esa manera siento más seguridad, no se me nota el tartamudeo y en especial las interminables digresiones que a más de uno le ha hecho pensar que asisto dopado.

Ordeno las fichas en función a lo que hablaré. Narrativa peruana de la violencia política. Nuevos narradores peruanos. Herramientas virtuales. Nuevos poetas… Y llega el momento de la pregunta: ¿sería bueno dedicar algunos minutos a los escritores de no ficción? No lo pienso mucho. La respuesta es sí. La no ficción, al menos para mí, es también literatura. Y en ese campo hay publicaciones, digamos, más que interesantes. Es más, no pocos de estos escribas demuestran más dominio de las técnicas narrativas que aquellos que escriben ficción.

Entonces me concentro en la no ficción. Hago mi criba personal, de los nombres que sí o sí voy a consignar. Pero abordar este terreno te obliga a indagar en su tradición. Y allá voy. Me dirijo a los anaqueles y busco textos referenciales. Por ejemplo, por allí veo a Jorge Salazar, Julio Villanueva Chang, Ricardo Uceda… Sigo buscando y encuentro El caso Banchero (Barral Editores Peruana, 1973) de Guillermo Thorndike (1940 – 2009).

Tengo dos horas y media libres.

Suspendo lo demás. Dejo de lado las fichas. Apago el celular. Llamo a Yesenia para decirle que yo cerraré la librería. Desconecto el teléfono. Y pongo el cd Animals de Pink Floyd, a bajo volumen y en Repeat.

A releer o picar un par de centenares de páginas.

El tiempo vuela. Y me hago otra pregunta: ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para asignarle al gordo Thorndike el lugar que merece en la literatura peruana? La primera vez que supe de él fue por medio de El pez en el agua de Vargas Llosa, en donde nuestro Nobel literalmente trapea el piso con su cabeza. Los párrafos que le dedica son letales, duros y, aunque joda, verdaderos. Thorndike fue un gran escritor al servicio del Mal. Sus pecados políticos siguen siendo imperdonables para algunos celadores de las buenas costumbres y lo políticamente correcto. Sin embargo, no pocos le reconocemos y admiramos su dimensión de trabajo. ¿Cómo pasar por alto su biografía de Miguel Grau, o sino El año de la barbarie, Manguera, La revolución imposible y más y más?

Se supone que uno es un lector maduro, no puedo caer gratuitamente en exageraciones. Pero soy todavía presa del hechizo de las páginas que acabo de recorrer. Lo piensas una y otra vez, y te rindes ante una verdad, o la tuya: que este libro es una obra maestra. Y la comparas, pues, con otros históricos tacazos de no ficción, como A sangre fría de Capote, y dices entredientes que lo de Thorndike es muy superior. Solo hay que cambiar algunas cosas, para empezar: olvidarnos que ECB está ambientado en Perú.

Se ha hablado mucho de la maestría reporteril del autor, la cual despliega al momento de armar los inicios de Banchero, destacando su capacidad de trabajo, consignando la leyenda que otros tenían de él, “El Hombre no duerme, siempre está haciendo algo”. En apariencia, en los capítulos iniciales no pasa nada, lo que a fin de cuentas es una táctica, ya que se prepara el conflicto con una atmósfera sucia y rutinaria, con olor a calle, a piel sudorosa, centrada en aquellos que rodean al Hombre, cosa que se ingresa con fuerza a los tejes y manejes de su asesinato. Hasta antes del asesinato, ocurrido el primero de enero de 1972, Thorndike nos presenta un relato real, con datos perfectamente sustentados. Sin embargo, me lo imagino al gordo en problemas para barajar las teorías de este crimen que conmocionó al país. Muchas versiones se manejaban al respecto, había intereses políticos y económicos que jugaban en contra de las investigaciones, porque a nadie, relativamente pensante, daba por sentado que Juan Vilca, un hombrecito de metro y medio, haya doblegado, torturado y asesinado a alguien infinitamente más alto que él, y de paso violar a la secretaria que el empresario había llevado a su residencia en Chaclacayo para recibir el nuevo año.

¿Cómo relatar el crimen del que todos hablan?, se preguntó seguramente el gordo. No estamos ante una inquietud pasajera. De su respuesta y la ejecución de la misma dependía el avance de su investigación, si la dejaba a media caña o no. Entonces el autor decide seguir, pero en lugar de apostar por la polifonía, tal y como lo había llevado a cabo en el discurso sobre el imperio de Banchero, ahora apuesta por centrarse en José Santos Chichizola, el juez encargado del caso. Quiso la buena fortuna que el escritor lo conociera desde adolescente, con sus virtudes y defectos. Es por ello que su configuración nos lleva a un hombre honesto, a un ser humano convencido de los ideales de justicia, que tiene que enfrentarse a los circuitos secretos de poder que presentaban más de una traba. ¿Por qué nadie quiere saber la verdad? ¿Cuánto dinero está corriendo en esta cadena de mentiras?, pero sobre todo: ¿A quién se está protegiendo?

Thorndike reúne apuntes y entrevistas y se lanza a la máxima de la creación literaria: a la especulación de los hechos. Ya no le tiene que ser fiel al periodismo, sino a su propia inventiva, al novelista recio y sin escrúpulos que nos desnuda la podredumbre del poder judicial,  poniendo de manifiesto las fibras laxas del espectro político nacional.

El caso Banchero. Reportaje de largo aliento. Novela negra. Novela enigma. Novela de espionaje. Novela sobre nazis. Novela social.

No tienes que romperte la cabeza pensando en el género. Lo que vale es sumergirse en sus páginas y salir de ellas indemne.

3 Comentarios:

Anonymous Giancarlo dijo...

¡Éxitos en la charla!

9:21 p.m.  
Blogger Lucero dijo...

Hola Gabriel: ¡disfruté la charla contigo! Recuérdame, eso sí, como "literata peruana"... aunque viva en Chile.

5:06 p.m.  
Blogger Gabriel Ruiz-Ortega dijo...

Yo también disfruté la charla, Lucero. De hecho, te recuerdo como literata peruana. Abrazo. G.

8:21 p.m.  

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