domingo, junio 03, 2012

Voraz y empedernido lector



En estos últimos días he estado pensando en la obra de Guillermo Niño de Guzmán, en lo influyente que ha sido en los proyectos que he emprendido. Por ejemplo: las antologías de nueva narrativa peruana que he preparado (incluyendo la tercera que se viene en julio próximo) tienen a su florilegio En el camino como sombra mayor. Y más de una vez he declarado que su primer libro Caballos de medianoche (1984) se ubica entre los mejores, en cuento, de la literatura peruana. No es para menos, a diferencia de muchos cuentarios, Caballos… se yergue en juventud y lozanía en cada relectura, no le salen canas, ni arrugas, ni patas de gallo, como a otros…

Los seguidores de la narrativa peruana sabemos que Niño de Guzmán publica poco. A la fecha lleva solo seis títulos. No es de los que asumen la literatura como si se tratara de una carrera de caballos. Uno o dos libros por década le parecen más que suficientes. Sin embargo, no todo en él es ficción, también tenemos al Niño de Guzmán articulista y ensayista. En esta faceta tiene dos publicaciones que debemos considerar: La búsqueda del placer (1996) y Relámpagos sobre el agua (1999).

En ellos yace la inquietud que siempre le voy a reconocer (y admirar): la del empedernido lector comprometido con los libros que le gustan. Quizá por su grado de ambición, La búsqueda… abrume un tanto, como si el autor hubiese apilado a la fecha todos sus textos sobre literatura, deviniendo en un resultado que linda con lo irregular. No ocurre lo mismo con Relámpagos…, en donde sí es posible constatar el buen criterio de la escogencia.
He leído a no pocos escritores escribir sobre literatura. Y solo algunos llegan a proyectar en mí el afán por conocer precisamente los títulos y autores consignados. En este sentido, le debo a Niño de Guzmán más de lo que yo podría imaginar. Este libro llego a mis manos en el momento indicado, en meses en los que me encontraba sumido en la desazón, al borde del desánimo absoluto, más o menos a fines de los noventa. Quería ser un lector metódico, ordenado en lecturas... Hice todo lo posible por serlo. Y me alegra haber fracasado en la empresa… Lo recuerdo bien: me compraron el libro en el Virrey del centro. Ese día era mi cumpleaños y como buen escorpio me lancé en la noche a devorar sus páginas.
Al menos para mí, me es un libro infinito. Me explico: durante años me sirvió de guía de lectura y he vuelto más de una vez a recorrerlo, puesto que Niño de Guzmán no solo te expone el perfil de un determinado de escritor, también te sitúa en un contexto, te recrea una época y cumple con lo que casi nadie: te contagia su pasión voraz por la lectura. Por estas páginas nos encontramos con plumas capaces de afianzar vocaciones, como Carver, Onetti, Hemingway, Cortázar, Miller, Lowry, Ginsberg, Oé, Durrell, Capote, Rimbaud, Celine, Faulkner, Salinger y demás.
De en cuando en cuando me pregunto si Niño de Guzmán viene preparando otra selección de artículos y ensayos literarios. Muchas veces su firma, ya sea en un suplemento, página de cultura o revista, me significaba el descubrimiento de un nuevo autor al que sí o sí leería en los próximos días.

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