domingo, septiembre 02, 2012

Hahn completo (pero ninguneado)

 
 
 

Gracias a Víctor Ruiz tengo por fin en manos Movimiento perpetuo (Lustra Editores, 2008), en el que se reúne la producción poética, comprendida entre 1961 y 2008, del reconocido autor chileno Óscar Hahn.
Llevaba buen tiempo buscando este libro. En su momento lo tuve pero lo perdí en circunstancias que no voy a detallar. El reencuentro fue especial, de hecho, y empecé a picar sus páginas en los minutos de descanso que me imponía mientras armábamos el stand de Selecta Librería en la feria del libro de la PUCP. Por instantes me sentía Marc Stanley Fogg, el protagonista de Paul Auster en El palacio de la Luna, que, como bien recuerdan, se valía de cajas llenas de libros, y selladas, que usaba en su departamento como sillas, mesas y sillones.
La cuña que sentía a causa de Movimiento perpetuo desapareció. Llegué a casa, empecé a leerla y la terminé en dos madrugadas. Los textos sobre Hahn de Ruiz, Paul Guillén y Carlos López Degregori cumplieron mis expectativas, escritos desde la admiración, sin caer en la cumplidora descripción, ampliando y brindando otras alternativas de lectura al universo de este excelente poeta. Y luego de estos, el concierto verbal que empieza con Esta rosa negra (1961).
Lo ideal sería dedicar todo el post a esta voz del sur, una de las más originales y difíciles de la poesía latinoamericana de las últimas décadas. Pero hacerlo sería pasar por alto una realidad aplastante, hija quizá de una ciencia oculta ligada a la parcela de la mezquindad y la dejadez. En otras palabras: he tratado de explicarme a qué se debe el ninguneo, por cuenta del periodismo cultural escrito, que sufrió esta publicación, todo un lujo para estos lares, que de haber gozado de una relativa difusión, la habría convertido en uno de los mejores títulos de 2008.
Se dice, y no pocas veces con razón, que los libros no se mueven solos. Se necesita del empuje del editor y de la disposición del mismo autor para hacer que el libro no sea una obra maestra para la familia de este último. La empresa es difícil. Hay que salir, coordinar, llamar, mandar e-mails. Si consiguen una entrevista, reseña o estafeta, sienten que les están haciendo un favor; y lo que es peor, bajo esta vía, que graficaría bien lo que llamo “La otra literatura”, casi siempre se cuelan entregas menores en calidad que otras que sí lo merecen.
Ahora, “La otra literatura” no funciona con autores como Hahn. Movimiento perpetuo no necesitaba de la ayuda de nadie. Es de los libros que se imponen solos, basta abrir el sobre, verlo y pensar de inmediato en una extensa nota. Es decir, hay que ser un ignorante, un mezquino, para no darse cuenta de ello. Este aberrante ninguneo confirma, una vez más, lo que todos sabemos y que solo algunos dicen: el patetismo del periodismo cultural peruano, sin excepción alguna. Una pena.

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