sábado, noviembre 24, 2012

Disparando balas

 
 

Desde hace algunos meses tengo acceso a los últimos números de la revista española Quimera. No es que vaya como loquito buscándola. Digamos que es una publicación importante y digamos también, aunque muchos lo saben pero callan por estrategia mediática, soberanamente argollera.
En realidad, lo que principalmente hago con Quimera es picar, me quedo con lo que me interesa. Y si no fuera porque me encontraba sin nada que leer, en uno de esos días en que tienes hacer trámites durante horas y que justo en ese bendito día te olvidas la novelita que estabas leyendo, no hubiera devorado las 84 páginas de la edición 347 (octubre del presente) de la revista, que a diferencia de las anteriores, no es para nada convencional, que en vez de apostar por rutas recorridas, como reportajes, reseñas, entrevistas y cuentos, nos presenta un documento, una conversa, entre cinco escritores españoles, cuyas edades fluctúan entre los 30 y 40 años, aparecidos a partir del 2000. O sea, esta Quimera está dedicada exclusivamente a Pilar Adón, Álvaro Colomer, Mario Cuenca Sandoval, Elvira Navarro y Alberto Olmos.
No es necesario explicarlo. Lo más probable es que casi a nadie, a excepción de la lectoría recurrente española, haya leído a estos autores. Pues bien, resulta interesante e inquietante leer la conversa ‘Los que pensáis en la posteridad estáis todos muertos’, dividida en “Lo que nos dicen qué tenemos que escribir”, “Lo que nos llega de fuera”, “Las cosas que se pueden escribir”, “Los muertos que critican”, “Lo que compran o roban los libros”, “Los que nos preocupamos por el prestigio”, “Los que hacemos el ridículo”, “Los que nos editan”, “Los que nos interrumpen” y “Los que hablan de géneros”. Este quinteto de plumas argumenta, polemiza, brinda esperanza y dispara harta bala; en sus palabras, sobre todo cuando hablan de sus poéticas, se nota la satisfacción, la frustración, la molestia y las ganas de seguir en el ruedo a pesar de todos los óbices que hoy en día presenta el mercado del libro español.
Algún despistado podría decir que lo que dicen no se ajusta a la realidad del circuito literario latinoamericano. No es lo mismo pasar los días en los camerinos del Barza que en los del Sport Boys. Sin embargo, no estamos tan alejados de la realidad que retratan, total, el oficio literario se suscribe únicamente al escrutinio de las palabras y lo demás es asunto accesorio. Sin embargo, ese “asunto accesorio” es lo que hoy en día le está ganando terreno a la hechura de una poética que solo tenga que responder por sí misma. En este sentido, estos escritores se visten de gladiadores y arremeten sin importar de quién estén hablando, por más poder e influencia que pueda tener el aludido. Y arremeten porque conocen lo que es el iniciático reconocimiento, lo que es ser reseñado en medios importantes, entrevistados a toda página y porque conocen los tejes y manejes que conspiran en pos del silenciamiento de un autor y su obra.
Mientras los leía, no me sentía tan solo. O sea, cuando hablo con mis contemporáneos suelo decirles que no se “preocupen” por la difusión de su obra, por un posible fichaje en una editorial grande, ya que el “momento” llegará, si es que lo que escriben vale la pena, y que el mundo de la literatura es una auténtica ruleta. Claro, no es que me pinte de consagrado ante ellos, ni mucho menos de guía espiritual. Ocurre que los años no pasan en vano, uno ya sabe del movimiento de la vida literaria, en mi caso: la peruana, tan carcomida de basura, en donde se nos intenta presentar como importante lo que no es. Tenemos autores que gozan de una prensa aplastante, pero que reciben el chicotazo del lector recurrente, no turista, que los premia con 25 puntas en sus presentaciones. Tenemos autores que antes de dedicarse a la “carrera literaria”, porque eso es lo que hacen, carrera, como si fuera una competencia de hienas, debieron preguntarse desde el principio de sus tiempos si lo que querían era ser famosos o sencillamente buenos escritores. Tenemos autores capaces de todo con tal de una reseña o entrevista, y cuando lo consiguen, bien que quedan callados ante la poca importancia que genera en el lector recurrente (siempre el lector recurrente) y, por qué no, en ciertas ocasiones el lector turista, la reseña y la entrevista, porque lo que se dice de sus libros y lo que estos dicen de los mismos, no se ajusta al duro juicio de quien se atrevió a abrir sus páginas. Tenemos autores que se orinan de miedo con el boca-oreja, que no es más que la verdadera encuesta que podría darse de un libro. Por eso tenemos tanto inflado, sobrevalorado. Tenemos autores que prefieren la fama de los medios al reconocimiento del lector.
Por supuesto, hay muchísimo más para interpretar de lo que declara este quinteto. No exagero: estamos ante un documento perdurable. Y antes de irme a almorzar, no puedo dejar de decir que esta edición de Quimera es la mejor desde que Jaime Rodríguez Z. es su director. Ahora sí la hizo. Vale.


1 Comentarios:

Anonymous Álvaro Colomer dijo...

Saludos, Gabriel. Me alegra que te haya gustado la tertulia. Siempre es agradable comprobar que las palabras de uno tienen interés para otros autores.
Un abrazo:
Alvaro C.

4:19 a.m.  

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