sábado, abril 06, 2013

'La mujer partida en dos'

 

Vuelvo a la obra de Philip K. Dick, quizá con un mayor interés de cuando empecé a leerlo; con ganas de aprender y encontrar el enigma del por qué su poética aún despierta poderosamente mi atención; pero el acercamiento de ahora no dista mucho de cuando conocí su literatura por primera vez, solo se diferencia en la madurez lectora, o sea, ya no soy un lector plano y me interesa más la costura narrativa, el hipnótico y canábico mensaje que Dick transmite entre líneas. De este modo releí el pasado domingo y de un solo tirón, olvidándome del agotador sábado instalando el stand de Selecta Librería para la Feria del Libro de la PUCP, y reconciliándome con mis fuerzas de adolescente, una novela que se me pinta genial y hasta profética, Valis.

Terminada la jornada, necesitaba despejarme, pero los que han leído a Dick con algo de caleta rock setentero, saben bien del relajamiento necesario que se requiere, con mayor razón si el sueño no te es cercano. Así que busqué en mi colección de películas, algo sencillo, que no requiriera de un mayor esfuerzo de concentración, pero que a la vez no sea vacío. Tenía pues que encontrar un director de género, obedecer el llamado del inconsciente que te obliga a seguirla luego de haber pasado horas de horas releyendo a un gran autor de género, uno de esos directores que han hecho escuela y que no dejan de escuelar aún desde el más allá.

No la he visto muchas veces, pero qué bien me resultó escoger La mujer partida en dos (2007), penúltimo trabajo del prolífico francés Claude Chabrol.

Charles Saint – Denis (François Berléand) es un escritor cincuentón, reconocido y millonario; vive en las afueras de Lyon con su esposa Dona (Valeria Cavalli), con quien lleva más de veinticinco años de casado. Tiene una amante, la agente literaria Capucine Jamet (Mathilde May), detalle que no molesta en nada a Dona, porque ella también puede sacar los pies del plato, con tal de no afectar la imagen de seductor de su marido. Ese parece ser el trato tácito de esta pareja que necesita de la infidelidad para mantenerse junta.

Su estancia en Lyon no es tomada como algo superfluo, que pase desapercibida. Por el contrario, las autoridades ediles consideran todo un honor tener a Saint - Denis como vecino. En una firma de libros en una librería, nuestro afamado escritor queda enamorado, a primera vista, y también motivado por llevársela a la cama cuanto antes, de la bellísima veinteañera Gabrielle Deneige (Ludivine Sagnier), que trabaja como meteoróloga de un noticiero televisivo. Pero Gabrielle también es pretendida por Paul Gaudens (Benoit Magimel), el joven rico de la ciudad, heredero de la fortuna de Laboratorios Gaudens, el chico malo que arranca más de un suspiro femenino.

Estamos pues ante la disputa de dos hombres por una mujer. El mayor no puede concebir sentimiento alguno a menos que no sea por medio de la degradación; caso contrario con el joven rico, que la desea como su esposa, madre de sus hijos, prometiéndole una vida sin apuro económico. Gabrielle no se presta a disyuntiva alguna. Quiere vivir, sacarle el jugo a los mejores años de su plenitud sexual, o sea, ella prefiere la experiencia. Se entrega sin reparos al letraherido y con este explota, redescubre, todo su arsenal hormonal. Pero las cosas con Saint- Denis terminan mal, al punto que ella toma en serio la posibilidad de quitarse la vida ni bien es abandonada por él; sin embargo, Gaudens, el enamorado, que se carcomía viendo su romance con el viejo, la rescata de la depresión y logra su objetivo: casarse con ella.

Lo que se suponía un matrimonio feliz, vira en un maltrato psicológico en el que Gaudens no deja de sacarle en cara todo lo que ella hizo con Saint - Denis y lo que este la obligaba hacer para satisfacerlo. Harto de los fantasmas, cansado de que se hayan burlado de él, el neófito marido llega a una solución acorde con su engreimiento: matar al escritor. Así de simple.

Chabrol es un contador de historias. Nada más. Conoce su oficio. Pese a que la película no pocas veces amenaza con írsele de las manos, logra redireccionarla en el sentido del cantado desenlace: que Gabrielle declare en el juicio a favor de su esposo, aduciendo que actuó bajo los efectos de la enajenación, deshonrando así la memoria del escritor, escritor que no puede, ni podrá olvidar.

La obra de Chabrol es impresionante, más de cincuenta películas en las que ha transitado por distintos géneros, siempre privilegiando el Asunto, es decir, la historia, el argumento. Chabrol no es un estilista de la imagen, mucho menos un depurado de la técnica, pero vaya que sí tiene las cosas claras al momento de narrar. La mujer partida en dos no es su mejor trabajo, pero qué importa, este se deja ver con sumo placer, como para pasar el rato sin sentir que has estado perdiendo el tiempo.

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