jueves, agosto 22, 2013

Lo que no se dice en público


Después de casi dos días sin conectarme a Internet, reviso mi cuenta de correo electrónico y mi bandeja de mensajes de Facebook. A primera vista, parece que tengo mucho por responder. La  gran mayoría de los correos y mensajes lo firman escritores peruanos de todas las edades y de todos los rincones. ¿A qué se debe el súbito interés en mi persona? ¿Desde cuándo soy una fugaz celebridad virtual?
Abro el primer correo. Abro el primer mensaje de Inbox. Abro el segundo, el tercero, el cuarto y así hasta perder diez minutos de mi tiempo. Definitivamente, no los leo todos (los reviso en diagonal), pero si me dedico a responder cada uno de ellos, podría quedarme en este plan prácticamente todo el día. Pero algo tengo que decirles, no es mi costumbre desairar a las personas, así me caigan bien o mal, cada vez que me escriben.
Apago la Laptop, me desconecto de Internet, cierro la librería y, aprovechando que ha salido el sol, me voy al Don Lucho. Se me ha antojado una Cusqueña helada. En el trayecto al bar me encuentro con Bobby Brown. Bobby Brown me pregunta qué estoy leyendo y le respondo Pasión crítica de Octavio Paz. Le digo a Bobby Brown que me acompañe al Don Lucho y me responde que ha dejado de tomar, que ahora se ha vuelto abstemio. A pesar de ello, me acompaña al bar. Nos ubicamos en una mesa, llamo a Ciro. Pido una Cusqueña y mi pata lector una Coca Cola. Como hay poca gente en el bar, prendo un Pall Mall rojo.
En mi cerebro hay lugar para muchos senderos temáticos, pero ahora solo le doy importancia a dos de ellos. Hablo con Bobby Brown de Canned Heat, esa mítica banda que hoy nadie escucha. Vengo escuchándola desde hace más de diez días. Bobby Brown asiente, bebiendo su Coca  Cola como si fuera café. Es cierto lo que me dijo hace un rato, ya no toma, ni siquiera fija sus ojos en la espuma de mi chela. Es un hombre curado, creo. Por otra parte, pienso sin pensar en cómo respondería a los escritores y escritoras que me han escrito en el curso de la mañana. Por un momento, opto por hacer un texto en Word, que pegaría en cada correo/mensaje de Inbox de respuesta, solo variaría en el destinatario.
Estoy a un vaso y medio de terminar mi Cusqueña. Bobby Brown me da algunos datos que no conocía de Canned Head, el muchacho se desvive por el blues. Pero cambia de tema y ahora me pregunta qué otras cosas estoy leyendo. Le respondo que en unos días empezaré a leer algunas novelas peruanas de reciente publicación, pero antes quiero terminar/demorar El traductor de Salvador Benesdra. Tener esta novela por fin en manos no hace sino llevarme a los meses que estuve en compás de espera, casi al borde del delirio contenido, en una ansiedad dañina. Esa novela sí ha llegado a corporeizar mi ansiedad, comiendo/morfando todo lo que estuviera a mi alcance. Bobby Brown me pide, ahora exaltado, que le pase la novela ni bien la termine, pero le digo que se lo pasaré no en el tiempo que él espera, porque pienso releerla, volver a recorrer escenas y tratar de hurgar en la costura narrativa. Aunque existen muchos tipos de ansiedades, las que se dan en el lector suelen ser las más letales, más arrolladoras, es por eso que entiendo la exaltación de Bobby Brown, quien ahora bebe su Coca Cola como lo que es: una gaseosa y no  una taza de café.
Me despido de Bobby Brown.
En lugar de regresar a la librería, quiero seguir disfrutando del sol. Sin duda, uno cambia. Antes renegaba del sol y amaba el invierno, pero hoy me siento a gusto con la repentina claridad del día. Camino pues a la Plaza San Martín y sigo fumando. Veo a la gente y me siento un toque en las gradas de la plaza en dirección a Carabaya.
¿Cómo contestarles a todos sin ofenderlos? Más de un escritor es conocido mío, pero lo que me ha sorprendido, lo que no esperaba, eran los mails y mensajes de los escribas con los que trato de evitar encontrarme, con esos que sin saber por qué llevo una relación por demás distante, y me gusta que sea así, llevo mucho tiempo sin contaminarme el alma.
Entonces, enfoco la mirada en un grupo de turistas que se toman fotos al pie del monumento del libertador… ¿Qué les podría decir a los plumíferos peruanos que me han escrito expresando su conformidad con la reseña sobre El Cuento Peruano de hace unos días? Lamento no traer conmigo mi cuaderno Loro. Pero imagino que tengo en manos un lapicero azul de tinta líquida y el bendito cuaderno Loro. En realidad, no es nada complicado elaborar las líneas centrales de la respuesta. Pero me cuesta entender a los chancateclas de Facebook, que solo expresan una pública conformidad cuando la causa no afecta sus intereses inmediatos. Son campeones y valientes para denunciar, por ejemplo, violaciones de derechos humanos, allí no tienen reparo alguno en levantar el dedo y acusar, se les sale el barrio que nunca tuvieron, insultando como barristas en patente muestra de la valentía que solo puede ser avalada por la distancia virtual; son campeones como vigilantes de la democracia, denunciando y promoviendo marchas de protestas. Es por eso que no entiendo lo que me dicen en privado, que están de acuerdo con la reseña que hace unos días hiciera de El cuento peruano, pero a la vez se excusan del respectivo “Like” del enlace a la reseña que pongo en mi muro. “No es nada en contra de lo que dices, G, pero aquí en FB hay muchos ojos y oídos. Yo tengo una obra en pleno proceso de construcción”. Obviamente, es un dato menor, nadie se muere por un “Like”, se trata de algo sin importancia, pero que a la vez te revela un síntoma: el miedo a decir las cosas, a ser consecuentes con una manera de pensar, a no decir en público lo que en privado sustentamos: que la literatura peruana, en narrativa y poesía, atraviesa un pésimo momento, que hemos hecho nuestro el temita “Nunca quedas mal con nadie” el himno de nuestras relaciones públicas.
Al menos, sí, al menos, me reconforta que haya mucha gente que ya es capaz de quebrar ciertas diferencias en pos de una evidencia en común. Solo hay que darle tiempo al tiempo, solo el tiempo podrá quebrar los temores de no aparecer en alguna reseña, nota, entrevista, recuento en El Comercio. El afán y el anhelo de reconocimiento son cuestiones lícitas a las que debe aspirar todo creador, siempre y cuando se tenga una propuesta coherente, es por ello que no entiendo el temor, como si todo estuviera calculado al milímetro y un paso en falso derrumbaría toda la logística de la catedral promocional. 
En fin. No quiero teñir el motivo del mensaje/mail que redactaré en los próximos minutos. Por el momento quiero disfrutar del sol, a lo mejor me beberé otra Cusqueña helada y así dejar de pensar en la solapada cobardía de muchos chancateclas que se pintan de indignados. A pesar de esto, abrigo la esperanza, algo me dice que las cosas van a cambiar, sí, de eso estoy seguro, quizá más pronto de lo que pensemos, a lo mejor en el 2057.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

El gran Bobby Brown.
Un gran lector! Y, sobre todo, un lector que no se molesta en recomendar títulos a quienes se lo piden.
Saludos.
Jesús J.

10:55 p.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

ZzZzZzZzZzzZzZzZzZZzZzZzZzZZzZzZzZzzZzZzZzZzZzZzZzzZzZzZzZzZzZzZzZzZZzZzZz...... Y MÁS ZzZzZzzzZ.

9:46 a.m.  

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