martes, agosto 19, 2014

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Llego a casa.
Busco entre los discos compactos uno de la banda setentera Television. Television tiene una obra maestra, para qué más: Marquee Moon.
Si alguna vez hiciéramos una antología de las grandes bandas menores, sin duda tendríamos que incluir a Television.
Y tal y como lo he prometido cada vez que escribo de ellos, me es imposible no referirme a Erika Miranda, que fue la primera persona que me habló de ellos hace muchos años en la desaparecida librería La casa verde. Esta banda tiene un mágico poder, me inyecta una oscura vitalidad que me lleva a desafiarlo todo, aún en momentos en los que la persona más importante de mi vida no se encuentra bien de salud, pero que sé muy pronto se recuperará, de a pocos. Por ello, me concentro en lo que debo concentrarme, desechando algunas invitaciones y presentaciones. Ocurre que tengo problemas para hablar en público y siempre he reprimido esos problemas con lo mucho o poco que pueda saber del libro o tema en cuestión. Ahora, las cosas cambian cuando los puntos son emocionales, hasta el sonido más inane y desapercibido puede reconfigurar la realidad que pensaba tener bajo control.
Antes de echarme a la cama y terminar los dos libros que vengo leyendo a la vez desde hace unos días, leo un artículo de Juan Gabriel Vásquez en El Espectador. Allí el narrador nos indica que le hará una entrevista pública al Premio Nobel de Literatura, Coetzee, en el marco de la Feria del Libro de Bucaramanga. Averiguo un poco más al respecto y, como me lo suponía, la logística de la feria corre por cuenta de la UNAB, una de las universidades más serias y competentes de Colombia.
Entonces me transporto en el tiempo. Al 2008. Año en que visité esa ciudad moderna y verde, pequeña y bella. Fue precisamente en el auditorio de la UNAB donde ofrecí una conferencia sobre narrativa de no ficción. En esos meses leía muchísima narrativa de no ficción y durante un breve tiempo barajé la idea de dedicarme exclusivamente a este registro narrativo.
De esa experiencia conocí personas que llevo en mi mente y en mi corazón, como Gina Jaimes, Dora Montoya, Eduardo Martínez y mi tercera madre, Janet Lizarazo, una de las mujeres por las que sí cruzaría montañas si estuviera mal. En los días que pasé en Bucaramanga, Janet me comentaba de la apuesta de la UNAB por la difusión de la cultura y la lectura. Y por lo que vengo notando en estos años, el discurso de la apuesta cultural se justifica en la coherencia amparada en hechos concretos, coherencia que también debería aplicar más de una universidad local, pero cuando hablo de coherencia, me refiero a una de verdad, porque si nos ponemos idealistas, y vemos en frío la realidad peruana, esta verdad apunta a la lectura como único canal de salvación ante tanta bestialidad celebrada, basta ver a los nuevos universitarios de hoy para darnos cuenta de que este país se irá muy pronto a la mierda.
Pues bien, la UNAB tiene un pequeño hostal, llamado Hostal UNAB, el mejor de toda la ciudad, ubicado en las alturas de los cerros arropados de intenso verde, a pocos metros del campus universitario. Hostal acogedor, moderno, de arquitectura colonial y campestre, cuyas habitaciones te ofrecen una vista panorámica de la privilegiada ceja de selva colocha. Tuve la suerte de estar por varios días en la habitación más grande, habitación que también ocuparon en su momento el entrenador Jorge Luis Pinto, el ex presidente Álvaro Uribe, Carlos Monsiváis, el mismo Vásquez y ahora Coetzee.

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