viernes, enero 23, 2015

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Durante mucho tiempo fui un fiel lector de novelas de espionaje, como también un consumidor compulsivo de películas que trataran sobre espionaje y sus variantes paralelas. Podría decirse que mi vapuleada novela La cacería, así es, esa novela de leyenda negra, con innumerables errores de edición, que iba a significar mi debut y despedida en el maravilloso mundo de la literatura peruana, según los decretos de algunos celadores literarios que hoy en día están más quemados y carentes de legitimidad, es, digamos, deudora de la tradición de las novelas de espionaje. Si me dicen que la novela es mala, bien, no me hago problemas, pero si me dicen que es divertida, mucho menos me hago problemas porque la escribí para que el lector se divierta, y vaya que con las malas novelas uno también puede divertirse.
Me ha sido imposible no repasar en las últimas horas todas las novelas y películas que tratan sobre el espionaje. Este repaso no es más que un recorrido por mis años en donde mis energías físicas, emocionales y mentales estaban en su mayor despliegue, manifestándose en una dimensión de entrega y trabajo que sorprendía a más de uno. Creo no equivocarme si digo que al sumar, al vuelo, el tiempo invertido, por ejemplo, en la lectura de novelas de espionaje, ese tiempo bien podría justificarse en año y medio. Así es, era una bestia y sigo siendo una bestia que lo consume todo porque solo funciono en la vida haciendo lo que me gusta.
Pero ¿a qué se debe este repaso? ¿Por qué tematizo el post con el tópico del espionaje, y de paso trampeo contrabandeando mi novela?
La razón obedece a que de casualidad me reencontré en la madrugada de hoy con The Mackintosh Man de John Huston.
A la fecha, muchas películas de este director son consideradas clásicas, de visión obligatoria para todo aquel que se precie de seguidor del buen cine. Sin embargo, mientras veía las peripecias de Paul Newman (haríamos bien en recordar a este actor por haber encarnado a Joseph Rearden y no como galán), Dominique Sanda y James Mason, siguiendo al pie de la letra las indicaciones de un viejo zorro, conteniendo el ánimo histriónico y sabiendo que el éxito de la empresa yacía también en el laconismo (los actores dicen más en sus silencios), reforzaba la sospecha de que estaba ante la obra maestra de Huston, impresión que bien puede ser polémica, porque Huston es de los pocos directores que se jactaban sin jactarse de solo realizar obras maestras. Obras maestras que no eran tributarias de grandes secretos, sino del simple acto de narrar, de la manera más sencilla posible, sin artificios, huyendo del dato escondido, haciéndole ascos al discurso críptico.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Te sigo y te persigo...

10:24 a.m.  
Anonymous Anónimo dijo...

¿Y cuándo publicas tu siguiente libro?

11:41 a.m.  

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