lunes, abril 13, 2015

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No hay mucho que pensar. Me quedaré el domingo en casa. Debo presentar para mañana lunes diez páginas sobre la influencia del surrealismo en la poesía latinoamericana. Confieso que no me gusta mucho el asunto, pero lo manejo, además, hay que abrigar todas las vías necesarias, las labores alimenticias se vuelven impostergables, así tengas que sacrificar el descanso y el hueveo al que me dedico todos los domingos. 
He mandado a resetear mi laptop y me cuesta no tener la música que escuchaba vía Spotify o en Accuradio. Desde hace tiempo no escucho música por Youtube, solo me limito a ver los goles de la jornada, recorrer todos los diarios deportivos y buscar páginas de crítica de cine. Claro, podría solucionar el asunto de la música descargando los programas, pero la flojera, la flojera por hacer las pequeñas cosas se imponen. 
La laptop se ha vuelto un aparato virgen. Me siento una especie de desvirgador virtual de una máquina de la que sabía cada uno de sus secretos, a la que leía de antemano, porque sabía a lo que iba antes de preguntarme por qué parpadeaba, por qué aparecía la señal de alerta del antivirus. He llegado a ser uno con esta máquina. Pero ahora no la reconozco y en ese proceso, como volver a pensar, o recordar y descubrir sus nuevos secretos, porque los de antes, los que conocía y eran míos, han desaparecido.

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