domingo, mayo 31, 2015

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Los fines de semana me dedico a ver películas. Trato de ver todos los días una película diaria, pero son los fines de semanas en los que intento ver cuatro, por lo menos. Prácticamente no escribo, solo leo y veo películas. Podría pensarse que ando muy al tanto de las novedades de la cartelera, pero no, lo que hago es volver a las películas setenteras y ochenteras que se me antojan, como también llenar los vacíos. Por más que sigas la trayectoria de un director, y con mayor razón si este es prolífico, nunca llegas a conocer todo de él. Al menos, ese es mi caso. Admiro a muchos directores, pero al momento de los tributos emocionales, me doy cuenta de que me faltan uno que otro título, los cuales quiero ver, pero esas ansias me sobrepasan y me disminuyen al querer comprarlos y no encontrarlos, tal y como me sucede, quizá a manera de castigo por no haberlos visto en su momento. 
Este domingo no iba a ser distinto a los otros. Al menos, no quiero repetir lo del domingo pasado, en que me quedé hasta tarde terminando y revisando un ensayo sobre Miller. Después de mandar ese ensayo, me propuse no volver a escribir los domingos. Obvio, lo dicho atenta contra lo que algunos escritores jóvenes y trajinados dicen, que no hay que postergar la urgencia por escribir. En lo personal, siempre he pensado en lo inútil que es escribir bajo la urgencia. ¿No sé qué puede salir de la urgencia? Creo que muy pocas cosas para destacar. Al menos ese es el convencimiento al que llego luego de leer los libros de los escritores que hablan de la urgencia. Obviamente, no solo me refiero a lo que escriben los escritores peruanos, también lo he visto en no pocos autores extranjeros. 
Sobre la escritura pueden decirse muchas cosas, como este rollo barato de la señalada urgencia. En ese sentido, no me hago muchos problemas porque veo como una total pérdida de tiempo los discursos que se hacen sobre ella. Para escribir, como señala King en Mientras escribo, no se necesita de un gran talento, de un don que te diferencie de los demás. Solo hay que tener la sensibilidad lo menos ahuevada posible y administrar esa urgencia, urgencia que para mí no es más que un eufemismo de la ociosidad.

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