jueves, mayo 21, 2015

¿y el hijo?

No soy de los que opinan de la vida privada de los demás. No me gusta y no lo haré, pero lo hago en esta ocasión en base a la información que ha aparecido en los medios. 
Ajá, eso: la cuestión de Cabrejos y Thays. 
Cabrejos ya había dado un anuncio velado sobre su romance con un escritor peruano, ese anuncio pasó desapercibido hasta que su testimonio fue grabado por lo bajo. 
Entonces, empezaron las especulaciones. 
Las especulaciones no duraron mucho porque la misma Cabrejos se encargó de decir el nombre del escritor que la embarazó y la dejó sin más ni bien se enteró de que ella esperaba un hijo suyo. 
Lo que pasó no me sorprende: las feministas a favor de Cabrejos y algunos cuantos respaldando a Thays. 
Thays no demora en brindar su versión de los hechos, que viéndola en frío, tenía una lógica, un sentido. Una lógica y sentido que amainó el apanado virtual por parte de sus detractores y naturales enemigos literarios. 
Ahora, es bueno decir que Thays no es una persona de mi devoción. No es mi enemigo porque no le guste la comida peruana, argumento por demás idiota. 
Pues bien, más de una vez lo he dicho: Thays tiene el alma chiquita. Y en lo literario, en su momento lo valoré, pero a la fecha no porque lo que escribe no solo no me gusta, sino porque su poética se ha contaminado de un facilismo literario marcado por una onda moralista que me causa urticaria. 
No soy absolutamente nadie para exhortar a las personas, pero la imagen que está dejando Cabrejos es de por sí lamentable y me apena porque se frivoliza el drama que sufren miles de mujeres en este país, mujeres a las que admiro porque solas se encargan de sacar adelante a sus hijos sin depender de un hombre. 
En la edición de Caretas de hoy se pone de manifiesto la verdad: Cabrejos aprovecha el escándalo para promocionar su próximo libro. 
Las sospechas razonables se convierten en preguntas implacables. Cada una de estas preguntas contradice la imagen de mujer dolida y vejada que Cabrejos estuvo proyectando hasta hace unos días. 
Nadie está libre de perder un hijo. No conozco mujer que haya superado una pérdida como esta de forma tranquila. Más bien, la experiencia marca y se instala como un dolor permanente que ataca cuando quiere, al más mínimo detalle que activa ese dolor que se lucha por reprimir.

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