sábado, julio 25, 2015

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Los días en la FIL me son propicios para estar en contacto con muchos escritores a los que no veo con frecuencia. En realidad, mi vida literaria es casi nula. No voy a presentaciones, ni a ningún tipo de sarao salvo que participe en ellos. Y cuando lo hago, ni bien termina la actividad, prendo el cel y soy fuga hacia mi casa. 
Muchas de las opiniones que formulo y circulan, provienen directamente de este blog y me alegra que algunas personas las tengan en cuenta cuando, por ejemplo, se habla de la nueva narrativa peruana. En este sentido, me he visto como un involuntario protagonista de la misma, convertido en una suerte de prima malcriada que hace lo que quiere ante la opinión común. 
Ayer viernes el asunto no fue la excepción, fueron a buscarme muchos escritores, no todos residentes en Perú, que me preguntaban sobre algunas cosas que han leído en este blog. Por ejemplo, uno de ellos me dijo por qué estoy en contra de esa consigna sobre el buen momento de la narrativa peruana actual, a lo que respondo lo siguiente: no es que esté en contra de ese momento propicio, además, ese convencimiento lo tenía hasta la publicación de dos libros que bien pueden sustentar ese buen momento: Nuevos juguetes de la Guerra Fría, de la que ya entregué una reseña que ojalá no saque demasiada roncha, reseña que generará algo de bulla y de la que espero no motive que me denuncien, tal y como vengo escuchando por allí, de esa campaña de un par de babosos que me quieren ver tras las rejas a cuenta de un texto que no era una reseña de una antología que a la luz de los hechos es un arroz con mango. El otro libro: La distancia que nos separa de Renato Cisneros. Ambas publicaciones de Planeta, que ahora tiene un editor que lee (y mucho, porque me consta). 
Hoy en día sí podemos hablar de un buen momento. Los buenos momentos descansan en obras ambiciosas, que intenten retratar una época, aunque sea a una generación, que recojan los triunfos y fracasos de la misma. Los dos libros son un salvaje ejercicio de memoria, de memoria elevada a su máxima expresión, que encuentran sus logros y defectos en la ambición como tal. Eso es lo que siempre voy a buscar de los libros, la ambición sustentada en el acto de narrar. Los libros que narran son los que van a quedar, ese es el mandato, la sombra que nos dejan los imprescindibles títulos de nuestra tradición. 
Más de un amigo me pregunta a qué me refería cuando dije que con Austin, Texas 1979, de Francisco Ángeles, asistíamos a un antes y un después para la narrativa peruana contemporánea. Pensaba que la idea había quedado clara, pero que más de uno me pregunte por esa sentencia, me lleva a pensar que no fui del todo específico cuando la dije. Me explico: no se puede entender este buen momento sin la presencia de esta novela que genera muchos adeptos como detractores. La novela de Ángeles es la novela bisagra de la narrativa peruana del Siglo XXI, la que recogió un registro que más de un escriba tanteaba pero que no podía redondear. Su éxito abrió puertas a una manera de narrar desde el yo, fundó un camino que empezaron a seguir los que también escribían desde ese registro cimentado en la memoria. Si es o no un paradigma, eso solo lo dirá el tiempo. Si tiene hijos o no, es lo de menos. 
Lo que debe importar es que estas novelas vienen generando una discusión y hacia esa discusión debemos encaminarnos los interesados, que, felizmente, no son pocos. 
Por otra parte, no faltan los lectores malévolos que me preguntan por la onda metaliteraria que imperó en la década pasada. Al respecto me quedaba pensando, no porque no tuviera una respuesta, sino porque no encontraba las palabras que me permitieran ser justo con un registro que bien pudo aprovecharse y que no se aprovechó por la sencilla razón de que se quiso hacer metaliteratura sin conocer la voz, el sabor verbal, de los cuentarios y novelas medulares de nuestra tradición. Por esa razón fracasó el registro metaliterario, por desconocimiento del sabor verbal y por adoptar poses que coqueteaban con la ridiculez, que se hacía invencible gracias a la carencia vital que la nutría.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

hola gabriel, en el post mencionas algo así como "la nueva narrativa peruana"... eso esta relacionado con "los jovenes narradores". Porque lo que mencionas tienen casi todos 40 años... y a los 40 me parece que están, con mucha suerte, en la mitad de sus vidas... (que lleguen a vivir 70, 80 años, es cuando menos heroico). A "El mundo sin Xóchtil" de Miguel Gutierrez, se le puede considerar una obra dentro de la "nueva narrativa peruana"?... Bueno, al grano y para entender bien tus posts: deficiniones de estos terminos (que veo a cada rato por todo lado):
- joven narrador (poeta)
- nueva narrativa (poesia) peruana
- ¿hay gente de 50 años que se lespuede considera "jovenes"??? POR QUEEEE??
- en que momento un joven deja de serlo para convertirse en solo "narrador" o "poeta"? (los famosos 39 años?)
- ETc.

Te leo. Bye.

10:15 p.m.  

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