sábado, septiembre 05, 2015

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Me levanté temprano. Mi idea era desayunar tranquilo, mientras leía los diarios del día y respondía algunos mails. En algunas horas, cerca de las 3, me encargaría de la desinstalación del stand de Selecta en la Feria del Libro de la PUCP. Tenía todo listo para supervisar la cargada. Los hombres contratados cumplían con las exigencias de seguridad que viene exigiendo la universidad desde esta edición. 
Entre los mails que revisaba, un lector del blog me comenta, casi extasiado, la película Adaptation de Sipke Jonze. Le respondo, reforzando más su impresión, porque es una película que me gusta también. Aunque me es imposible no sentir una desazón, porque hasta la fecha no puedo leer el libro que inspira la película: El ladrón de orquídeas de Susan Orlean. 
Con este libro de Orlean tengo un escozor emocional. No lo he leído por huevón, por haber sido lo que más critico de los demás. Un confiado. Me fastidia pues subestimar las situaciones, peor cuando hablamos de personas. Durante años buscaba ese libro, aunque el mismo no estaba dentro de mis prioridades. Cierta noche de agosto del 2013, caminaba por Camaná rumbo a casa. Tenía algo de tiempo y no me sentía cansado, así es que ingresé a un galpón de libros y me puse a buscar desconfiadamente. Quizá fue mi mirada desinteresada la que hizo que me fijara en este libro de Orlean. Tenía dinero para comprarlo y me dije que la compraría al día siguiente. Total, al menos en Lima poca gente conoce a Orlean. Y muy poca gente sabía que del libro se hizo una película. Entonces dejé pasar la oportunidad para comprarlo al día siguiente. Al día siguiente me acerqué al galpón y el libro seguía allí, mostrándome la maltratada silueta de su lomo. 
Igual que la vez anterior: no lo compré. 
En esa actitud estuve durante varios meses. 
Hasta que cierta noche de finales del 2013, me animé a comprar el libro. Cerré la librería con el apuro feliz de los presos de la ansiedad. Llegué al galpón, sudado, sabiendo que pasaría la madrugada leyendo ese libro. Pero la cagada. El libro ya no estaba. Lo había visto dos días antes y ya no estaba. Respiré hondo e intenté sobreponerme. 
Todavía busco el libro y le he pedido a mi amigo El Caminante que me lo consiga. De hacerlo, le pagaré con tres buenos almuerzos.

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