miércoles, octubre 14, 2015

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No hay mejor manera para empezar un día que escuchar el Berlin de Lou Reed. Este es quizá uno de los mejores álbumes en la historia del rock. No solo hablamos de música, sino también de la potencia poética de las letras de las canciones. 
Abrí la librería en calma. Prendí el ventilador y en mi mochila llevaba más de quince cd´s, los cuales acomodé en un espacio cerca del equipo de sonido. Entre ellos estaban varios de Reed. Comencé el día, con la idea de no hacer nada, aunque esto no es más que es un eufemismo, un eufemismo que permite que tenga al final de la jornada un buen rendimiento, al menos esa es mi impresión. 
Me puse manos a la obra. Prendí la portátil y me conecté al Face en donde vi que me anuncian como colaborador de la web El buen librero, en donde tendré una columna de reseñas. Estas reseñas serán quincenales y no necesariamente escribiré en ella de libros peruanos, sino de otros títulos que no sé por qué no se comentan. Si nos ponemos algo románticos, sin negar que esta idea no me vacila del todo, porque valgan verdades, no me gusta el discurso de llenar espacios vacíos en cuanto a promoción literaria, lo que me vacila es que voy a poder escribir de los libros que me den la gana, sin dejar de escribir otras cosas, tipo ensayos o artículos, para Lee por gusto, de mi amigo Jaime. Solo debo ordenarme un poco más y así repartirme en estos dos espacios en los que sí me siento cómodo, escribiendo en libertad, sin presiones solapas inevitables. 
Algunos textos han resultados auténticas bombas Molotov para LPG y me alegra que Jaime haya sabido sortear el temporal, sin dejarse amilanar ni escuelear por inevitables presencias virtuales. Los textos que vendrán en esa web serán más Molotov en comparación a los que se publicaron. En estas semanas he estado desarrollando en mi cuaderno varias ideas que no se abordan del todo, en onda con la que esgrimí en una entrevista que ofrecí en Lima Gris hace un par de semanas, ideas que tienen que ver con el atontamiento, temor, de buena parte de los escritores peruanos en decir lo que piensan en verdad. Obviamente también  daré algunos puntapiés al Facebook, que es la verdadera amenaza, el veneno que viene matando a los pocos escritores de valía que nos quedan. En fin, con esto del Face hay mucho que rebanar en su indiscriminado mal uso. 
Cuando me desconecté del mundo virtual, recibo la visita de Mr. Chela, a quien le prestaré por tres días un libro mío de Frank Kermode, El leve ruido del piso de arriba. Esta publicación se ha convertido en una especie de biblia para mí. Ya hablaré más de esta publicación.

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