lunes, marzo 21, 2016

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Domingo de sol.
Mis vecinos decidieron hacer una parrillada. Días antes pidieron permiso a los vecinos.
La mayoría optó por darles permiso para que puedan hacer su parrillada.
Eso quería decir lo siguiente: tendría toda la tarde una bomba musical, que no se detendría hasta mucho después de acabarse el último plato de parrillada.
Por un momento pensé en visitar a mi hermano. Refugiarme en su casa hasta que el barrio vuelva a ser un barrio normal.
Pero no, decido quedarme en casa con Onur.
Abro los archivos en Word que venía avanzando. Felizmente, ninguno me presenta ninguna traba, ni en tema ni en estilo. Solo me queda presionar las teclas mientras escucho el Mirage de Camel, que me recordaron su existencia un par de horas antes.
En esas estoy, pasando a limpio los apuntes de mi escritura apurada, casi críptica, que solo yo entiendo. Obvio, se supone que cada quien debe entender su escritura, pero en mi caso no siempre ha sido así. No. Hubo un tiempo en que sí me sentía perdido en mis propias notas, lo que me llevaba a hacer un soberano ejercicio de memoria.
Ahora no es así. Escribo de tal manera que pueda entenderme al momento de escribir en el archivo.
Algunos hablan del trance de la escritura. Pues bien, me encuentro en ese trance, en los instantes eternos que salen de tu cabeza, todas las ideas posibles, incluso las que no pensabas que germinabas en mente.
Eso es lo paja del trance, pero tampoco hay que creerse la gran cosa por ser parte de él.
Bueno, es que hay más de un desubicado que asevera que es lo más maravilloso que existe. No sé si exista alguien a quien le guste escribir de verdad capaz de decirme que escribir es lo más maravilloso que existe.
Continúo en lo mío.
Pero recibo la llamada de “Cachetada”, que también ha sido atacado por avatars. Uno de estos avatars lo llamó envidioso.
Pero “Cachetada” tiene calle. “Cachetada” sabe quién se esconde detrás de la falsa cuenta de Face. Sin asco, pone en evidencia su identidad, su chaplín de reconocimiento: “Chalina suicida”.
“Chalina” desaparece y ya no lo jode más. Pienso en “Chalina”, que no entiende que los señalamientos no son hacia él, menos a su obra, sino a ese discurso pendejo que su grupo desarrolla en paralelo a la obra. No pues, con la obra no hay que meternos y eso lo sabe “Chalina”.
Me desconecto y vuelvo al texto. Uno de ellos me está saliendo de la putamadre. Al cabo de hora y media, busco algo de beber. En la refrigeradora encuentro una botella de jugo de naranja. La salsa dura comienza a sonar en la casa de los vecinos. Me acerco a la ventana. Han sacado la parrilla a la calle. Prendo un cigarro. Sobre la mesa de la sala, los periódicos del día.
En la portada de Perú 21, la cara de Verónica. El diario sugiere que también ha escrito en las agendas de Nadine.
Esto se pone bueno, me digo. Entonces me conecto un toque otra vez al Face, para ver reacciones. Las reacciones son las que me esperaba. No lo niego, hay una guerra sucia en contra de Verónica, pero ante todo ella debería deslindar de Venezuela, dejar de balbucear y sindicar ese gobierno como lo que es: una dictadura. No lo hace, y no creo que lo haga, a cuenta de que ella sabe que el partido de gobierno recibió billetones de la dictadura llanera. Eso es lo que me fastidia: el doble rasero de nuestra izquierda y su alucinada superioridad moral. Pero no quiero hacerme hígado. En un toque retornaré a lo que estaba escribiendo y reviso La República, en el que encuentro un artículo de Vargas Llosa sobre el libro que Leopoldo López Obrador ha escrito en la cárcel.
Sin comentarios al respecto, solo tengo una esperanza: Verónica debe deslindar de esa dictadura. Es lo que debería hacer en la mañana del lunes antes de sus baños de vapor.
¿Y quien se beneficia de este escabeche?, no hay que analizar mucho: la rata naranja, pues.
Me imagino un país capitaneado por la rata naranja. Un país sumido en el desperdicio, es decir, ya legitimado en él, porque en el desperdicio estamos desde hace mucho, asentados en el fango gracias a la actual pareja presidencial.
La pareja presidencial. ¿Qué pensar de ellos? Bueno, de ellos sé qué pensar. Nunca esperé un milagro de una mujer carcomida de arribismo, menos de un marido de quien se tienen sospechas razonables de haber violado derechos humanos.
Este gobierno termina tal y como comenzó.
Pero lo que sí me sorprende es la defensa cerrada que hacen de ellos los guachimanes de las buenas costumbres, los llamados intelectuales que defienden un gobierno con serios indicios de corrupción, intelectuales que mueven masas virtuales, minimizando las denuncias que pesan sobre ellos. Denuncias que no son moco de pavo. Si viviera, ¿qué diría González Prada de Faverón? Me lo imagino, en lo que le diría, pero más en lo que le haría. Faverón es un tipo leído, inteligente, pero su defensa de la corrupción de la pareja presidencial sí le va a perjudicar, tarde o temprano. Eso ocurre cuando se critica y señala personas y no las situaciones que las configuran. Bueno, cada quien labra y dinamita su legitimidad, cada quien sabe cómo se realiza un lento Harakiri. 
Regreso al escritorio. Prendo otro cigarro. Reviso lo avanzado y comienzo a teclear, así hasta tentar el trance, que es pajita, sí, mas no cosa de otro mundo.

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