domingo, mayo 22, 2016

473

Me levanto algo tarde.
El sol ilumina de naranja toda mi habitación.
Me dirijo a la cocina y me sirvo un vaso con agua. Al parecer estamos Onur y yo en la casa. Mis padres me han dejado una nota, en donde me dicen que han ido a la casa de mi hermano. O sea, yo mismo seré en casa. De la refrigeradora saco las cosas que almorzaré. No lo pienso mucho, almorzaré algo rápido. Busco en Youtube la receta de Peter Clemenza, que nunca me falla, y pese a ser una receta memorizable, me olvido de algunos detalles de la misma.
Dejo las cosas del almuerzo en la cocina, listas para cuando vuelva a ellas en un par de horas. Y me aboco a revisar los mensajes del celular, que prendo, del mismo modo prendo la Laptop, y vaya que son muchos mensajes. A diferencia de otras ocasiones, de otros domingos, no hay propaganda basura, ni recordatorios, casi todos son de personas que ubico. Al lado de la portátil, una edición en Debolsillo de Manual del distraído de Alejandro Rossi, que vengo releyendo, con pensada y premeditada lentitud. También prendo la radio, algo que me asombra, porque desde hace semanas que no escucho ninguna estación radial, ni prendo mi radio, que me ha sido fiel durante años y que ahora parece más un artefacto de museo. Ese asombro de la radio no es casual, lo veo como una señal, un aviso, una especie de recuperación de las oportunidades perdidas. Sintonizo Doble Nueve y me doy con una seguidilla de temas de The Guess Who.
Onur me acompaña. Más de una persona me ha expresado la ternura que generan sus ojos. Es cierto, este falso pequinés destila harta ternura, pero no es más que una estrategia para su objetivo mayor: destrozar todos mis calzados. Pese a ello, este perrito se ha vuelto un infatigable amigo que me acompaña en mis caminatas no solo por el barrio, sino también cuando me invade la sensación de caminar, y los que me conocen saben bien que soy muy bravo al momento de caminar, y Onur se muestra como un buen pata, pero como todo ser viviente, también se cansa, y me detengo para que tome aire, y me detengo también cuando deja su marca canina en las esquinas.
Apago la radio. Acabó el especial de The Guess Who. 
En uno de los mensajes, me pasan el enlace en Youtube de una canción de Charly García, “Nuevos trapos”. Hace tiempo que no escucho al argentino y esta vez será motivo. No hay mucho que decir, el tema tiene está de la putamadre. Lo conocía pero no había descubierto su epifanía hasta esta tarde. Entonces me dispongo a hacer lo que siempre hago cuando una canción me gusta, o sea, la escucharé hasta agotarla, hasta el hartazgo. Solo así me la podré sacar de la mente. Y mientras tanto, abro los archivos en Word que trabajaré este domingo. Aunque no podré empezar como quisiera, el comienzo del trabajo será intermitente, porque tendré que preparar mi almuerzo y la tentación de los partidos de fútbol se presenta desde la pantalla del televisor apagado.

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