martes, agosto 30, 2016

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Nueve de la mañana y decido salir a correr.
Pero antes estuve releyendo algunos pasajes del libro de Barnechea, Perú, país de metal y melancolía.
Y también escuchando en atosigante y placentero repeat el “Glory” de Television, cosa que libro mi mente hacia instancias de sensación canábica luego de horas dedicadas a romperme la cabeza.
Cuando decido darme tres vueltas al parque, desisto de la intención a razón de la lluvia. Si corro, lo más probable es que me saque la mierda y le hago caso a mi instinto. Entonces, regreso a la casa y me dispongo a ordenar algunas carpetas virtuales. Se supone que los días adrenalínicos han pasado, pero no, lo que hay es una tregua con los mismos, y disfruto de esa tregua.
Ahora, más despejado, me pongo al día con algunas cuestiones a las que no he prestado la atención que merecían. De todas ellas, un par para subrayar, pero desarrollaré una aparte, en un post no numerado, por tratarse de un tema delicado, el cual abordé el año pasado en un artículo que fue muy polémico y por el que más de un huevonazo pidió que me denuncien por difamación y calumnia. Ajá, hablo de los chanchullos editoriales que se viene haciendo veladamente con la plata de los cusqueños… Lo que dije está sucediendo…
Me sirvo la primera taza de café del día mientras observo la reacción que por estos lares ha suscitado la reseña de Lorena Amaro sobre La distancia que nos separa de Cisneros.
Así es, dije reacción. De la reseña no tengo mucho que decir porque está bien sustentada. En más de tramo estoy de acuerdo con Amaro, en especial cuando se refiere a un determinado tipo de autoficción. Y en otros tramos no, obviamente.
Pues bien, si la reseña hubiera sido positiva, no se estaría hablando de la misma. Y no me sorprende que no pocos que la han rebotado sean escritores que la usan para reforzar el discurso contra el amiguismo que, para ellos, signa a la crítica local, cuando lo cierto es que esta suerte de indignados no son ajenos de esta práctica que con ahínco señalan. 
Claro que existe amiguismo en la crítica local, pero hay que tener la suficiente fuerza testicular para nombrar a los hacedores de ese amiguismo (un ejemplo de lucha contra el amiguismo, y sin falsa modestia, este pechito, que lo ha hecho más de una vez). Es que allí radica la gracia, nombrar, no jugar a lo fácil. A lo fácil juega cualquiera. 

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