domingo, enero 22, 2017

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La lluvia de verano se manifestó ayer y me gustó ese espectáculo propio del clima limeño, pero no hay nada como las puestas de sol, que según una querida amiga, no se puede comparar con las puestas de sol de otras partes del mundo, que las de Lima son únicas. Empapado y con cierto riesgo de coger un resfrío, me dirigí al centro. En el taxi, seguí leyendo las páginas que me faltan de Nicotina de Gregor Hens. Para mi buena suerte, el trayecto no se manchó por el tráfico, la demora estuvo dentro de lo que se puede esperar de los cuellos de botella de la hora punta. La fluidez de la carrera se debió a la lluvia, que obligó guardarse a más de uno. Lo que para otros era una desventaja e inevitable oportunidad de contemplación, a mí me permitió llegar a mi reunión, superar el retraso y estar dentro del natural margen de tolerancia.
Aproveché en tomar algunas fotos que inmortalicé en mi Instagram, fotos del interior de un edificio de Ocoña, que como todo edificio del centro, sus interiores son de mármol y su arquitectura exhibe buen gusto e historia, que sugiero conocer a los habituales del centro, a ser parte de la radiación de la experiencia más allá de la borrachera y la mediocridad existencial.
Después de algunas horas, cerca de la medianoche, caminé hacia el destino inmediato, Quilca. Pero segundos antes de llegar, me encuentro en Camaná con los amigos del colectivo El Rock Liberado, que me pasan el dato de un homenaje a Boui a un año de su muerte. Por un momento lo pensé, pero mientras lo pensaba, fui a Quilca, por nada en especial, solo para ver cómo estaba esa calle un sábado en la noche, que suponía cómo debía estar, pero bien sabemos que la curiosidad es el acicate de las almas adrenalínicas e inconformes. 
Pasé por el bar Don Lucho, que atendía como si nada hubiera pasado. El único cambio, solo de dueños. E imaginar los miles de lamentos que contra mi voluntad tuve que leer/ver en las redes por su desaparición, en ejemplo irrebatible de la opinión rápida y sin reflexión de esta época de velocidades, en la que vale ser el primero en opinar, no importa si piensas o no lo que digas. Era algo elemental: un bar como Don Lucho cumple su función, más aún en estos tiempos de validez comercial: es rentable. 

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