viernes, febrero 17, 2017

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Me levanto temprano. El jugo de naranja y el café para empezar la mañana. Pasos previos para el duchazo.
Una vez listo, abro un archivo en Word para la reseña de la buena novela Geografía de las nubles de Luis López Aliaga. Aunque antes de teclear, decido releer algunas páginas de esta novela que, para su mala suerte, ha sido muy mal promocionada por estos lares, puesto que es mucho más de lo que consigna de Chocano. Pero bueno, también sé que no puedo esperar mucho de nuestro maravilloso periodismo cultural
Acabada la relectura, recuerdo el periplo de anoche, cuando me dirigía al Centro, viéndome obligado a bajar del taxi porque el tráfico estaba más insoportable que de costumbre, a causa del cierre de calles y avenidas. La razón, simple: La marcha contra la corrupción.
Es lo mejor que se puede hacer. Bajarse del taxi y caminar. Llamé a Charlotte para decirle que llegaría algo tarde. Y creo que llegué más tarde de lo pensado, porque caminé despacio, cuidándome de no sudar, con mayor razón cuando has olvidado tu mochila en casa, en donde aparte de libros, llevas también los bloqueadores. Así de fregado me encuentro, hasta de noche debo usar bloqueador.
Cuando llegué al Palacio de Justicia, un penoso sentimiento se apoderó de mí. La realidad era la que valía, lo demás es genuina demagogia: la marcha fue un fracaso.
Poca gente. Poco ánimo. Mucha politización. Y hasta donde sé, luchar contra la corrupción va más allá de preferencias ideológicas y políticas. Una marcha como esta, tan necesaria en estos tiempos de destapes, tiene que ser capitaneada por personas y colectivos libres de señalamientos. Desde la promoción de la misma, varios hablaron de ella, arrogándose una autoridad que solo confiere el oportunismo rancio, tal y como lo hizo la simpática e inteligente Verónika Mendoza. Con su injerencia, una necesaria marcha como esta se maculó, impresión también compartida por muchos simpatizantes de izquierda. Mendoza, antes de liderar causas justas, tendría que aclarar lo de las agendas de su ex amiga íntima Nadine Heredia, también mejorar su discurso político, que obedezca más a principios, no a temores de “sacadas en cara”, porque temor es lo que signa su tibio discurso, que la lleva a mostrarse laxa y servil y distraída, a saber: la situación de los presos políticos en Venezuela. 
El día se pinta en su cauce habitual, pero la presencia de una cucaracha virtual quiebra el orden de mi Facebook. La cucaracha virtual hace lo suyo: me menta la madre, y se da tiempo para insultar a otros autores en sus propias cuentas, todo en menos de cinco minutos, al punto que uno de ellos lo manda a la genitalia de su madre. No puedo hacer captura de su insulto, pero otra punta ya lo ha hecho y lo testimonia en los comentarios. Entonces le mando un Inbox a “Cachetada nocturna”, y le digo para hoy en la noche. “Cachetada” acepta el reto. Pero cambia de parecer cuando le sugiero que vaya solo y que solo me eximiré de sacarle la mierda si se porta con una donación pecuniaria con el albergue de niños de Piura. Entonces “Cachetada” desaparece de la fas virtual, anula su cuenta de Facebook. Me quedo unos segundos más, a ver si regresa al paraíso artificial, pero “Cachetada” ha desaparecido. Bueno, aunque sea que se porte con la donación. Tiene que hacer algo, porque podrá salvarse de mí, pero no de la furia de Niunamenos, menos de Conmishijosnotemetas. 

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