sábado, febrero 18, 2017

dialogar para entender

Un video del colectivo Conmishijosnotemetas ha encendido, y viene encendiendo, más de un comentario en nuestra fauna letrada e intelectual.
En principio, es posible detectar una actitud recuurente del pensador peruano: sentirse intelectualmente superior a los grupos religiosos que conforman el mencionado colectivo. Para tal fin, el discurso utilizado viene pautado por la soberbia y la intolerancia. Por más que se tenga razón en cuanto a este colectivo, al que, valgan verdades, ha visto destruido cada uno de sus argumentos, ejemplo de ello lo tenemos en el video que circula desde hace unas horas, video en el que un patita confirma la sospecha que se tiene sobre la comunidad cristiana peruana: su nula capacidad argumentativa, aunque habría que reconocer su contribución que ha traído su campaña, como el verbo “homosexualizar”.
Esta nula capacidad para la argumentación es pues una radiografía vergonzante para una comunidad, como la evangélica, que ha ido creciendo exponencialmente en las últimas décadas, comunidad a la que no le ha interesado en lo más mínimo construir un discurso sólido por el cual transmitir sus principios. Si esta comunidad cree que el discurso es juzgar, pues seguirán siendo vistos como conservadores ultramontanos.
Sin embargo, las actitudes de los que defienden el programa del nuevo currículo escolar distan de lo que podríamos esperar de los intelectuales, o de los que creen serlo, puesto que cometen los mismos yerros que critican cuando defienden otras causas. Como ya señalamos, este discurso intolerante viene escanciado con altanería y pedantería, la de aquel que se sabe más porque se asume como avanzado, privilegiado, en una sociedad conformada por acémilas.
Lo que vemos en este fuego cruzado de estupideces y patanerías intelectuales es el reflejo de lo que tanto adolece la sociedad peruana: capacidad para dialogar, escuchar e intentar entender. Se pueden brindar muchos significados de la palabra cultura, pero ante todo, la cultura es diálogo. Por medio del diálogo entendemos al otro y en el intercambio de conceptos podemos llegar a las soluciones que más convengan a las partes en conflicto. Los llamados a dialogar no están honrando este principio básico de la cultura. No piensan en la facción contraria, solamente la juzgan en su desinformación, haciendo alarde de sus recursos cognitivos, taladrando al “enemigo”, sin darse cuenta que esta facción contraria es la que se atreve a hablar, llevados por sus creencias, gozando de la anuencia de millones de peruanos no necesariamente evangélicos. Por ello, no nos debe sorprender lo que ocurrirá el próximo 4 de marzo: una población de millones en las calles, que hará palidecer a las marchas en las que participan nuestros pensadores, intelectuales y activistas pop.
Hizo falta convocar mesas de diálogo desde hace mucho tiempo. Saavedra fue un excelente ministro. Como persona informada sé de los profundos cambios que llevó a cabo en los circuitos de su cartera ministerial, pero cometió el error de no consultar sobre los cambios que pensaba hacer en el currículo escolar. No quiso ni le interesó dialogar con los educadores que pensaban en contra de sus postulados pedagógicos. Este diálogo debió darse hace tres años, con el suficiente tiempo para analizar, cruzar información y discutir. Eso se debió hacer. Pero como no ocurrió, ahora somos testigos de lo que vemos a diario: un festín de intolerancia.

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