sábado, febrero 25, 2017

lectores (1)

Mañana de sol. Me despierto temprano y no hay nada más estimulante que encontrar en la sala un helado jugo de naranja. Acto seguido, me sirvo café mientras felicito a Pedrito Escribano por la consolidación de la sección Don Lucho Review of Books en la página cultural de La República, que la dirige con ahínco y fe. 
Luego del duchazo, recordé la conversa que hace unas semanas sostuve con una editora independiente. Aquella vez hablamos del discurso que viene sosteniendo más de un editor en cuanto a la crisis de las editoriales independientes, crisis que los motiva a pedir apoyo del Estado cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. En parte le daba la razón, sin embargo, le dije también que la solución no pasaba exclusivamente por la ayuda del Estado. Tal y como me contaba de su experiencia como estudiante de ediciones en Buenos Aires, cinco años atrás, en la que fue testigo de la fuerza del circuito editorial argentino, en el que hasta el sello más modesto tiene la posibilidad de proyectarse y armar catálogo en relación a sus intereses temáticos. Esta buena amiga me detallaba de otra realidad, ubicada a décadas de la que se vive en Perú, sin embargo un detalle configuraba esa realidad argentina: con problemas económicos o no, Argentina es dueña de una riquísima tradición de lectores, tradición que asume a la experiencia de la lectura como una actividad rutinaria más y no como una pasajera exclusividad.
Allí, en ese detalle, descansa la solución, y no solo para nuestras editoriales independientes y para comercio del libro en el Perú. El circuito dedicado al libro seguirá sufriendo estos problemas si es que no enfrenta el problema de fondo, la verdadera causa no solo de su crisis, sino la responsable del pésimo nivel cultural del peruano promedio: la carencia de lectores.
Con una cultura lectora, los problemas del mundo editorial y del circuito libresco serán otros, quizá rubricados por una supervivencia distinta a la que estamos viendo ahora. No se necesita ser un dechado de virtudes intelectuales para llegar a esta conclusión. Obvio, si queremos circuitos editoriales y librescos capaces de enfrentar los acelerados cambios del nuevo siglo, es menester la construcción de una cultura lectora, que la misma deje de pertenecer a una élite y se proyecte, de una vez, hacia todo peruano sin importar su condición social. Claro, para ello, es importante contar con una voluntad política que no solo se enfoque en la infancia de menores recursos, sino también en un férreo trabajo de concientización de los padres de familia de hoy. Bien lo dijo Vallejo, “hay muchísimo que hacer”.

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