miércoles, marzo 15, 2017

volver a carrère


Un comentario al vuelo de un lector que escribe en Facebook me hizo pensar en la seria posibilidad de volver a leer uno de los libros más brutales de los que guardo recuerdo. No demoré en decidirme, porque me lancé en la que sería su cuarta relectura en esta madrugada pautada por una lluvia de goteo fuerte.
Tengo todos los libros del escritor francés Emmanuel Carrère, pero es uno el que sigue transmitiendo resonancias de aturdimiento en la tramposa memoria lectora.
El libro en cuestión, El adversario.
Alguna que otra vez he mencionado esta suerte de crónica-novela en mi blog personal, y lamento no haberle dedicado un post que dé cuenta de los enormes alcances de la no ficción en primera persona vistos en EA. El presente post no intenta recuperar el tiempo perdido, mas sí poner algunas cosas en orden, primero en mi cabeza para luego lanzar el dato para el potencial lector que muestre algún interés.
Para mi buena suerte, no me demandó mucho tiempo encontrarlo en los desordenados anaqueles de mi biblioteca. El ejemplar estaba en buena compañía, además, a este ejemplar le tengo un cariño especial, porque muy contadas veces he visto la edición en tapa dura de EA en Círculo de lectores. Con algo de paciencia, pueden hallarse en librerías locales las ediciones de Anagrama, tanto en sus colecciones Panorama de narrativas y Compactos.

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A medida que veía los títulos de Carrère, me preguntaba de dónde salió esa malsana y ociosa idea que pretende ubicar a la literatura francesa contemporánea en una crisis. Supuesta crisis que ataranta a toda clase de lectores; ataranta incluso a los lectores-poseros dependientes de los dictados de la novedad editorial.
Cualquier libro de Carrère no solo te pone en la mesa una voz ubicable, sino también una apuesta por un registro del que más de uno pretende sacar provecho sin conocer antes sus referentes de los que se ha valido para construir su poética.

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Limónov es la obra maestra del francés, obra maestra en todo el sentido de la palabra, que merece todos los elogios que ha recibido. Sin embargo, a diferencia de EA, esta no muestra un viaje descarnado a la suciedad de la moral y ética de los seres humanos. Sus lectores extrañamos este no tan pequeño detalle, porque en Limónov lo que hace Carrère es hablarle a toda una generación, nos cuenta el lado oscuro de la historia europea de los últimos 25 años, nos radiografía la trastienda de la política internacional, nos habla de las ideologías revolucionarias ahora truncas; pero en EA nos transporta al hombre común y corriente, es decir, a ti, a tus complejos, traumas, anhelos y miedos.

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Como ya indiqué, acabo de releer el libro en esta madrugada al ritmo de incesantes goteos de lluvia. Lo terminé de la misma manera en que Antonio Muñoz Molina acababa los cuentos de Onetti: sudando, convertido en un despojo, en un ser incompleto.

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¿Hasta qué punto pueden llegar tus mentiras? Bien sabemos que la mentira es parte fundamental de nuestra esencia. ¿Pero qué pasa cuando has hecho de tu vida toda una mentira? Peor: ¿qué pasa cuando los más cercanos a ti asumen como verdad esa mentira?
Durante más de quince años Jean-Claude Romand le hizo creer a su familia que era un reputado médico que trabajaba para la Organización Mundial de la Salud. El tipo se levantaba temprano, ayudaba a su mujer a preparar el desayuno y llevaba a sus hijos al colegio. Esas horas de la mañana eran lo único real de su vida. Su falsa vida comenzaba cuando se despedía de su mujer y conducía su auto hasta un lugar alejado, ya sea un parque, un estacionamiento o el simple campo, allí se ponía a leer los periódicos y a mirar de lejos la vida de los demás. Cumplidas sus horas de “trabajo”, regresaba a casa a desempeñarse como un esposo amoroso y padre de familia.
Transcurren los años y Romand llega al punto de no retorno: no tiene la más mínima ida de cómo seguir cubriendo esa vida que proyecta a los demás. Piensa mucho al respecto y decide, sin más, asesinar a su esposa, hijos y padres.
Así empieza esta proeza de la experiencia literaria, para que tengan una idea de lo que les cuento:
“La mañana del sábado 9 de enero de 1993, mientras Jean-Claude Romand mataba a su mujer y a sus hijos, yo asistía con los míos a una reunión pedagógica en la escuela de Gabriel, nuestro hijo primogénito. Gabriel tenía cinco años, la edad de Antoine Romand. Luego fuimos a comer con mis padres, y Romand a la casa de los suyos, a los que mató después de la comida. Pasé solo en mi estudio la tarde del sábado y el domingo, normalmente dedicados a la vida en común, porque estaba terminando un libro en el que trabajaba desde hacía un año: la biografía del novelista de ciencia ficción Philip K. Dick. El último capítulo contaba los días que había pasado en coma antes de morir. Terminé el martes por la tarde y el miércoles por la mañana leí el primer artículo de Libération dedicado al asunto Romand.”

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Carrère supo del caso Romand y se propuso contar su historia. No era para menos, el escritor estaba ante un personaje irresistible. Intentó escribir una novela sobre él, pero en lo que escribía no encontraba la fuerza y el nervio narrativos que necesitaba. Entonces optó por contar la historia tal cual, sin los afeites de la ficción.
A medida que escribía e investigaba sobre el asesino fue presa de la epifanía que le confería el proyecto. Carrère escribía no con el objetivo de explicarse quién era Romand, sino quién era él mismo. Por ello, en las páginas de EA percibimos una inevitable pesadez existencial que canaliza en una prosa cargada que inevitablemente punza la piel del lector. Resulta imposible no avanzar con lentitud, pensando si es factible parar y así continuar al día siguiente, o, simplemente, no continuar. Aunque barajé esta posibilidad, no me despegué de sus páginas, lo que hizo que cayera, como en otras ocasiones, a la sima de la sucia condición humana.
Cierras el libro y das gracias por no ser Jean-Claude Romand. Cierras el libro y sientes que has vuelto a leer a uno de los más grandes narradores contemporáneos. Cierras el libro y, aparte de ya no ser la persona que pensabas que eras, quedas con un aterrador e interminable dolor de cabeza.

… 

Publicado en SB

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