miércoles, agosto 23, 2017

evaluación

Mientras (re)leía Los niños, novela de la escritora colombiana Carolina Sanín, ubicado en una mesa esquinada de un café de Real Plaza del Centro, no pude dejar de ver a algunos maestros que pasaban por la zona de comida rápida del centro comercial. Imposible no prestarles atención, a razón de sus pancartas y una bolsa de yute (al menos eso supuse por el color). De haber podido, habría colaborado, pero entre los profesores y yo había poco más de 50 metros de distancia y casi 10 metros de altura. Igual, ayudé, pero minutos después, ya en la Plaza San Martín.
Seguía en la novela y tomaba notas de ella. Además, mi presencia en el Sarcletti obedecía a una fuerza mayor: la hora punta. Como no tengo paciencia para el tráfico de la ciudad, suelo entrar a cafés y restaurantes, bajo la sana idea de aprovechar el tiempo y no sentir que me pudro en vida, sea en transporte público o privado.
Al rato, decido dirigirme a la plaza, en donde me encontraría con una amiga que iba a realizar algunas fotografías de los profesores reunidos allí. En el trayecto creí conveniente revisar algunas noticias. Y eso fue lo que hice, me puse al día tras muchas horas dedicadas a la edición y la reescritura. Entonces, con lo leído más el respectivo cruce de información, supe de los requerimientos de los profesores, pero uno de ellos resulta imposible cumplir, menos negociar: la evaluación a la que deben ser sometidos.
Pues bien, tampoco me fío de los dictados de la prensa, últimamente llena de pulpines idiotas en vez de periodistas de raza y convicción. Al llegar a la Plaza hablé con los profesores, los escuché y, en especial, les pregunté si era cierto o no sobre su negativa a ser evaluados periódicamente. 
Lamentablemente, no están dispuestos a ser evaluados. Pero también es cierto que muchos de ellos no son dueños de una información detallada sobre su problemática, solo hacen caso a sus líderes, que para incitar a la violencia e insultar sí son eficaces. Basta escuchar a estos líderes para saber que detrás de tanta protesta hay otros fines.

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