jueves, octubre 12, 2017

miedo

Como siempre, en el cine, tengo dos opciones: o ver la primera función o la última. De no ser así, paso de largo, a la espera de otro día. Me he dado cuenta de que mientras menos gente haya en las salas, es mejor, no solo para mí, sino también para los asistentes. La razón es muy simple, el inculto peruano promedio, pero con poder en la tarjeta, no sabe ver cine, imagino que una situación similar ocurrirá en el circuito teatral.
Días atrás llegué a la última función de It, del director argentino Andy Muschietti. Sin embargo, me había confiado, puesto que había gente en la fila y la emisión estaba pactada para dentro de diez minutos, que serían insuficientes debido al ritmo en que avanzaba la cola. Entonces, miraba mi cel, buscando info sobre otras opciones, aunque a esa hora poco o nada iba a conseguir. Levantaba la cabeza y la fila no avanzaba, miré a los empleados de la multisala, solo dos atendían y el resto estaba cuadrando su día. Me dije que si en un minuto no veía un cambio sustancial en el avance, vería la película en otra ocasión. Felizmente, no tuve que esperar mucho, y creo que ayudo en algo mi constante revisión en el cel, puesto que una de las trabajadoras de la multisala, dueña de una voz para recordar, me pidió que saliera de la fila, que ella me atendería en un módulo aparte, ubicado a la espalda de los módulos principales. Me sentí privilegiado porque detrás de mí también había gente, que empezó a reclamar pero a la que la trabajadora con voz para recordar no hizo caso.
Gracias a ella pude ver It, y valió la pena, porque sin ser una obra maestra, cumple con entretener con inteligencia, manteniendo el nervio narrativo y sin caer en lugares comunes. El mérito de Muschietti yace en no hacer más de lo que se supone tuvo que hacer, es decir, y con mayor razón cuando adaptas una novela de Stephen King: ceñirse a la linealidad narrativa, respetando la noción de su argumento y, en especial, el espíritu de horror psicológico como motor, nada más, ajeno a toda clase de forzado toque personal, esa innecesaria distinción en la que suelen caer aquellos que adaptan una obra literaria. ¿Para qué mostrar debilidad de oficio con el universo del espíritu de un novelón (por lo literario y también por su condición de ladrillo), cuando puedes mostrarte fuerte con una sola parte de este? Por eso gusta esta película de Muschietti, del mismo modo los niños actores que interpretan a los niños borders, y aún más Bill Skarsgard como Pennywise, el payaso diabólico engordado de miedo de los niños de Derry, pueblo de Maine. 
Aunque considero que los tramos finales pudieron ser otros (tengamos en cuenta su sentido de divertimento), It es dueña de no pocas cualidades (la mayor: hacer sencillo un argumento complejo, a riesgo de dejar uno que otro agujero temático en el camino) que nos devuelven a la parcela infantil, en la que no solo se nos presenta el miedo por primera vez, sino que le basta esa etapa para desarrollarse y quedarse con uno, así se crea que con el tiempo ha sido reprimido.

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