martes, octubre 10, 2017

un distrito ejemplar

Sábado en la noche.
Me encontraba recorriendo librerías miraflorinas aprovechando La noche de las librerías. Conseguí algunos títulos que buscaba, no todo, obviamente.
Cuando se suponía que regresaría a casa, recordé que desde hacía varios días venía realizándose la Feria del Libro de Barranco. Entonces, me dirigí a  ese distrito, no con la esperanza de encontrar lo que deseaba, pero sí deseoso de hallar algo más de variedad.
A medida que me acercaba al recinto ferial, este parecía un punto negro en medio de las luces sabatinas de los negocios cerca de la Plaza de Armas. Algo, pues, estaba ocurriendo.
Como ya se indicó en Lima Gris: la municipalidad barranquina decidió cortar el suministro eléctrico de la feria a manera de represalia contra los libreros que no decidieron pagar “un extra”, llámalo coima, a lo que ya habían pagado por participar en los días feriales.
Pude ver la molestia de los libreros, pero ante todo me percaté de la sorpresa e incomodidad de los vecinos del distrito, como también de sus no pocos visitantes, impresión que se reforzó cuando los guardias ediles recibieron la orden de retirar también el grupo electrógeno alquilado por los libreros ante el corte de luz. Bajo todo punto de vista, estaba sucediendo una situación bochornosa, vergonzante, precisamente en uno de los distritos limeños que más se jacta de su legado cultural. No había necesidad de averiguar más, los hechos eran la mejor muestra de lo que ocurría, la tácita explicación y revelación de cómo Barranco asume su discurso cultural a menos que no hablemos de bares, restaurantes y cualquier clase de centro de diversión.
Me retiré.
Sin embargo, recordé que en la mañana del domingo tenía una reunión en La Espiga de Oro. Es decir, otra vez en Barranco. 
Acababa la reunión, que resultó por demás provechosa, me animé a pasar un rato por la feria, creyendo que las cosas estarían ya un poco más calmadas, pero no fue así, la situación no pudo ser menos penosa que la noche anterior: los guardias ediles impedían a los libreros abrir sus puestos. Otra vez el espectáculo vergonzante, ahora bajo el sol: la cruda manifestación de cómo los poderes políticos de turno actúan ante los bienes culturales, recordemos la pasividad de este municipio ante el abuso cometido contra la librería La Libre. Claro, el burgomaestre, el docto en burricie Antonio Mezarina, reaccionaría de otra forma si es que se violenta un chifa, quizá el suyo.

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