miércoles, febrero 14, 2018

sub 21


Días atrás un amigo que no solo tiene la costumbre de devorar libros, sino también series, me recomendó ver El marginal, serie argentina que, aparte de romperla, tendrá muy pronto su versión gringa.
Le hice caso y vi la serie. No sé en qué radicaba el entusiasmo de mi pequeño amigo, porque me pareció un trabajo por demás irregular, con vacíos argumentales y apuros en los desenlaces, pero pasando de estos reparos, hay que reconocer que hallamos personajes bien configurados y una agilidad narrativa que agradezco. Ver la serie me ha servido en estos días en los que estamos terminando de editar el libro del año (ya lo verán), a manera de evasión tras febriles y felices horas de trabajo.
No voy a detallar de qué va la serie, solo algunos datos para el potencial interesado: se desarrolla en la cárcel San Onofre, adonde ha ido a parar Miguel Palacios, un ex policía que debe averiguar en calidad de encubierto el paradero de la hija adolescente de un importante juez argentino. Bajo el nombre de Pastor Peña, Palacios va cumpliendo sus objetivos, pero como suele ocurrir en estos proyectos de entretenimiento, las cosas no se cierran cuando parecen conseguirse. 
Entre los microcosmos en conflicto, me genera interés el grupo de jóvenes presos que se hace llamar la Sub 21. La Sub 21 de El marginal es su sal, el condimento de la misma. Tenemos al líder César, el enano Pedrito, Arnold y “El susto”. La Sub 21 se encuentra en permanente enfrentamiento con la banda del capo Borges, banda que goza de gollerías y que controla el presidio. Sin embargo, la Sub 21 no se deja amilanar. Estos chicos no buscan la atención de sus poderosos enemigos, menos lograr un espacio de poder, tampoco destacar como uno de los grupos más fuertes de la prisión. Lo que les basta y sobra es pasarla bien y que nadie los joda en sus días de encierro. Cuando el enfrentamiento con la banda de Borges es inevitable, la Sub 21 se cobija en su ley: el apoyo mutuo. Están muy lejos de ser un grupo de jóvenes huevones. Son maleantes y de armas tomar, y son coherentes con su principio esencial: no rogar importancia.

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