jueves, marzo 01, 2018

derrumbe


Me levanté temprano y salí a comprar los diarios. Tampoco es que haya planeado hacerlo, simplemente abrí los ojos y no sentí cansancio. A lo mejor había una predisposición, el interés interior que configura el deseo, en este caso puntual, por saber cómo los medios de comunicación abordarían las declaraciones de Jorge Barata.
Teníamos nociones generales sobre lo que sucedería y en parte las expectativas se cumplieron, pero no tanto por el despliegue de los medios (aunque habría que calificar de extraordinaria la edición de La República), sino por la reacción inmediata de los implicados en esta danza de “coimas”, mediante la cual más de uno ha avizorado su futuro inmediato: el fin de la pretensión política. El descanso obligado para los que ya detentaron el poder y la aceptación de la frustración para la candidata que estuvo a punto, y en dos ocasiones, de convertir este país en una chacra.
Más allá de no compartir la preferencia ideológica, me es difícil ocultar mi desazón por la situación de la ex alcaldesa de Lima. No es una mala persona, pero lo suyo es aún más complicado en comparación a los otros implicados, puesto que el dinero de la campaña del NO lo recibió mientras estaba en un cargo público. 
Por otro lado, no tiene precio ver los rostros confusos de Keiko Fujimori y Alan García en sus descargos. No sé cómo terminará esta historia, pero si de algo estoy convencido es que este par de sinvergüenzas serán hologramas, manchas de tinta de lapicero barato en un boleto que se encuentra en los bolsillos. Aún hay muchísimo por descubrir, y en ese curso aparecerán nuevos protagonistas, del mismo modo los que intenten reciclarse ajustándose a los nuevos aires, inevitables presencias que, hay que aceptarlo, condimentan el ya derrumbado espectro político nacional.

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